Los titulares del continente hilan delgado. Cada cual en su país reclama la victoria en la gran contienda de Bariloche, como si la Cumbre de Unasur hubiera sido un debate de realidades y no un pulso de egos y popularidades, una especie de discusión de primer semestre de derecho, donde todos buscaron la palabra efectista, la frasecilla oportuna que corchara a la contraparte, así, en definitiva, nada quedara claro sobre las verdaderas intenciones que yacían bajo las máscaras.
Lejos, muy lejos de repetir lo que ya ha reconocido, de cuánto simpatiza con las Farc, Hugo Chávez se lanza en una ofensiva de refrito. (Alguien me decía, y me dejaba pensando, que Chávez es un orate cuya verdad freudiana es que desea desesperadamente ser colombiano.) El documento Global Enroute Strategy está circulando desde principios de año y -como bien se lo dijo el presidente Uribe- es tan conocido que está colgado en Internet. Chávez lo esgrime con su verba mordaz y pretende mostrarlo como el último esfuerzo de los servicios de inteligencia venezolanos, como si estuviera reconociendo que la inteligencia de ese país apenas diera para teclear una dirección web, quizá para asignarle la suite del Tamanaco Hilton a 'Timochenko'.
No obstante, el hecho de que sea palabra reciclada no significa que sea palabra falaz y que definitivamente Colombia -llámelas bases o llámelas como se llamen- se está poniendo al servicio de la causa geoestratégica de Estados Unidos, que estamos a punto de convertirnos en un paradero de gringos y que nos tendremos que tragar más de un sapo cuando los vaqueros hagan de las suyas y violen nuestras leyes al amparo de la inmunidad diplomática. Pero negar la verdad verdadera de ese asunto es por ahora nuestra agenda. El ejército más poderoso del mundo, el de Vietnam e Irak, viene en camino. Nuestro gobierno así lo acepta gustoso, quizá convencido de que ya no será tan fácil para Chávez enviarnos un Sukhoi y que los días finales de la subversión están más cerca, y así eso ni siquiera nos otorgue el derecho a la limosna de un TLC. Es esa nuestra máscara de Bariloche. Como nacionales podemos llegar a sentirnos orgullosos de la reciedumbre presidencial en la cumbre. Pero eso no quita que estamos defendiendo una causa imperialista que de gloriosa no tiene nada.
La máscara de Chávez es otra. Su proyecto expansionista tiene un enorme bache, de un millón de kilómetros cuadrados, llamado Colombia. Sabe que, por mucho que se llene la boca pronunciando en Miraflores las palabras "Polo Democrático Alternativo" y por mucho que ensalce a Piedad, su delirio bolivariano está muy lejos del corazón y la mente de los colombianos.
Acá, donde Uribe aplica su encanto personal y el de los contratos del Sena para perpetuarse en el poder, Chávez sólo tiene una forma de llegar y es a través de un ejército irregular de secuestradores asesinos. Pero no es algo que se pueda decir en público. Eso en Bariloche hubo que callarlo. La máscara.
Entonces, así los presidentes se reúnan semanalmente, y así Cristina baile tango con Chávez, y así Correa se haga el simpático reclamándole a Uribe que está "dolido porque no vino a Quito", Unasur no será más que una catapulta para lanzar palabras al viento.
De allí esa declaración que cada cual reclama como una victoria, pero que en el fondo no es más que hipocresía en letra de estilo, como quiera que en la mascarada nadie revela sus verdaderas intenciones y que Chávez siempre hallará la manera de no tener que decir que Iván Ríos ya aprendió a decir "Cónchale" y que Uribe tampoco revelará que el 'White Book' no es precisamente un plan pro damnificados de los terremotos. Entre tanto, Luis Inácio Lula da Silva seguirá siendo el abuelito regañón que nada logra en su tarea titánica natural de reconciliar lo irreconciliable. Sólo hasta que se vean los corazones y no las máscaras, estas cumbres no tendrán razón de ser. De ese día, y del sueño de unidad continental, estamos muy lejos.
Ernesto McCausland
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En la cumbre de unasur hubo de todo.... menos altura
Responder a este comentario Reporte de Abuso