CLAUDIA KATIME ZUIGA
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Costa Atlantica?No. Costa Caribe. Gustavo Bell Lemus. Region y Contexto Caribe

 

 
UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA
 FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES
CÁTEDRA REGIÓN Y CONTEXTO CARIBE 2009-1
 
LECTURAS INTRODUCTORIAS
SEMANA 5
 

 
¿Costa atlántica? No: costa Caribe. 2006. Gustavo Bell Lemus. En: El Caribe en la Nación colombiana. X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado. Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe colombiano, Bogotá.
 

 
            A mediados de 1995,a raíz de que en los mapas de Colombia que El Tiem­po utilizaba para ilustrar sus informaciones se utilizaba el término océano Atlántico para designar el mar Caribe y,en consecuencia, al referirse a la costa norte del país decía Costa Atlántica, le envié una nota al entonces defensor del lector de dicho diario, Leopoldo Villar Borda, llamándole la atención acerca de que, en estricto sentido, Colombia no tenía costas sobre aquel océano, sino sobre el Caribe y que, por lo tanto, el término correcto para referirse a la costa norte de Colombia debía ser “Costa Caribe”.
 
En su respuesta, Villar Borda, después de consultar los atlas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, reconocía que efectivamente Co­lombia no posee costas sobre el océano Atlántico sino sobre el mar Caribe y que ésa, en estricto sentido, es la expresaron correcta. Sin embargo, decía que la tradición de más de cien años hacía que el término fuera válido y legitimo, es decir, simplemente se apelaba a la tradición, a la costumbre, para legitimar el término “Costa Atlántica”.
 
En este trabajo, que realizo desde hace años, pero que aun concibo como preliminar, busco una explicación al origen de esa tradición, de esa costumbre, con el fin, de plantear una hipótesis, por supuesto, sujeta a con­troversias a debates.
 
En 1993,a raíz de la firma de un tratado de delimitación de áreas marítimas con jamaica, durante el gobierno del presidente César Gaviria, para lo cual éste viajé a Kingston, la prensa colombiana registré el hecho con cierto despliegue y trajo a colación la importancia que Jamaica había representado para nuestra historia.
 
Al final de ese mismo año, en una entrevista a quien iba a ser más adelante vicepresidente de la república, Humberto de la Calle Lombana, él criticaba el sistema de educación colombiana, en particular la secundaria, por el excesivo provincialismo. Y haciendo referencia a la firma de ese tratado y a la manera como la prensa lo había registrado, dijo lo siguiente: “¿Quién sabía hasta hace pocos días que somos vecinos de Jamaica?”.
               
            La verdad es que a comienzos del siglo XIX la pregunta hubiera sido al revés: ¿Quién no sabía que Jamaica era vecino de la Nueva Granada? Porque -y lo vamos a ver mas adelante-, si alguien o, más bien, si alguna colonia extranjera jugó un papel definitivo en la independencia de la Nueva Granada, fue Jamaica. Y si de algo sabían los neogranadinos, más allá de la costa norte, era de la existencia precisamente de Jamaica. Por ello, la pregunta hecha a comienzo del siglo XIX y hasta su primera mitad hubiera sido al revés: ¿Quién no sabe que Jamaica estaba frente a las costas colombianas?
 
                Pero ello varió sustancialmente hasta el punto que en 1994, el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la Oficina de Longitudes y Fronteras, publicó un libro sobre los limites de la República de Colombia en el que decía literalmente: “…linda al norte con el océano Atlántico desde el cabo Tiburón hasta el sitio denominado Castilletes en la costa oriental de la península de la Guajira”. Como lo señale oportunamente, todavía hasta comienzos de la década de los setenta, en los atlas oficiales del Instituto Geográfico Agustín Codazzi aparecía como limite norte de Colombia, el océano Atlántico.
 
                No es gratuito que el Ministerio de Relaciones Exteriores incluyera, entonces, en esta documentación oficial el límite norte de Colombia con el océano Atlántico. No hacía más que recoger lo que decía Leopoldo Villar Borda, en el sentido que esa había sido la tradición colombiana desde mediados del siglo XIX. ¿Qué hay, pues, detrás de esa tradición? ¿A caso siempre fue así? ¿Cuándo y cómo surgió esa tradición? La toponimia colombiana está atravesada por factores políticos, culturales o sociológicos.
 
                La hipótesis, entonces, que me atrevo a plantear es la denominación de Costa Atlántica, en vez de Costa Caribe, esconde una actitud despreciativa hacia la Costa, surgida a mediados del siglo XIX, con claros orígenes racistas y discriminatorios. Se originó particularmente luego de la Guerra de los Supremos, al parecer, por la intensificación de los contactos de las elites del interior del país con la costa norte, en su proceso, obvio, de una mayor integración con la economía mundial. Ésta es, pues, la hipótesis. Detrás de la denominación Costa Atlántica hay una actitud, que es la que voy a tratar de mostrar más adelante, que reflejaba la forma como se estaba conformando o imaginándose la geografía de la Nueva Granada durante todo el siglo XIX.
 
                Los orígenes de lo Caribe
 
                Remontémonos en la historia para recordar los orígenes etimológicos de la palabra Caribe. Y para eso, obviamente, tenemos que rememorar el primer viaje de Colón a América, a finales del siglo XV, estrictamente su primer viaje, cuando entró en contacto con las islas de avanzada del Nuevo Mundo.
               
          En su diario, el lunes 26 de noviembre, el navegante genovés entró en contacto con unas poblaciones indígenas que le referían que del mar provenían otros indios que denominaban caniba, o canima, que por lo general estos indios llegaban a la isla –donde estaba Colón- y se llevaban a los pobladores y no los retornaban. De ahí, los indígenas que le estaban contando esta historia a Colón, deducían que los canima se devoraban a sus compañeros. De esta expresión se va a derivar, a si mismo, la palabra caribata, con la cual Colón designa una porción de terreno de la Española, donde vivían esos indígenas que le habían contado sobre los caniba. Este es, entonces, el origen etimológico de la palabra que derivo en caníbal. Caníbal, que es sinónimo de antropófago; aquellos que comen personas, y por eso, de ahí también se deriva caribata y luego caribes. Con la voz caribes entonces, se va a denominar a aquellas tribus indígenas precolombinas que históricamente surgen de la cuenca del Orinoco, van a poblar gran parte de las Antillas Menores, y que se conocen y se les va a identificar como antropófagos o caníbales. Ese es, pues, el origen de la palabra Caribe.
               
       Hoy en día, leemos en el Diccionario de la Real Academia Española: “caníbal. (De caríbal). Adj. Antropófago. U.t.c.s. II 2. Se dice de los salvajes de las Antillas, que eran tenidos por antropófagos.” También, en el mismo diccionario, dice: “caribe. adj. Se dice del individuo de un pueblo que en otro tiempo dominó una parte de las Antillas y se extendió por el norte de América del Sur. U.t.c.s. II 2. Perteneciente o relativo a este pueblo. II 4. P. Rico y R. Dom. picante (II que muerde). Hormiga caribe. II 5. m. Lengua de los caribes, dividida en numerosos dialectos. II 6. (Por alus. A los indios de la provincia caribana). Hombre cruel e inhumano. II 7. Col. y Ven. Piraña (pez). II 8. Ven. Persona astuta, vivaz, agresiva.
    
      Teniendo en cuenta estos orígenes etimológicos, pasemos entonces a tratar de ubicar qué pasó durante la segunda mitad del siglo XVIII, y por qué va a aparecer en los mapas y qué va significar el Caribe dentro de la geopolítica de las luchas por 1.a independencia, y de las guerras imperiales en esta región del Nuevo Mundo.
 
                Siglo XVIII
 
A partir de la toma de La Habana por los ingleses en 1762, el Caribe pasoa ser uno de los principales escenarios de la rivalidad entre Gran Breta­ña, España y Francia, con un ingrediente adicional, y es que a partir de 1776, con la independencia de los Estados Unidos, los conflictos por el dominio del Caribe se van a incrementar notoriamente. Ya para finales del siglo XVIIIes claro que Inglaterra surge como la principal potencia dominante de los mares e irá derrotando sistemáticamente, como se verá en las guerras de finales del siglo XVIII,a España, que entrará en un período de declive.
 
Inglaterra, entonces, empieza a incrementar su poderío naval ya expandirse en aquella frontera que todavía no estaba claramente delimita­da entre los imperios europeos, que era el Caribe. Si tenemos en cuenta que también en el territorio continental de Europa occidental las fronteras se estaban moviendo, no se movían con tanta intensidad como se estaban moviendo en el Caribe. Este mar era pues la frontera imperial, que no esta-ha todavía claramente delimitada. Había períodos en los cuales los ingleses tomaban algunas islas españolas o francesas, o los franceses, igualmente, tomaban algunas posesiones inglesas o españolas o incluso holandesas. De esta manera, vamos a ver, a finales del siglo XVIII, toda esta rapiña de las potencias europeas por consolidar su dominio en las islas, en las Antillas.
 
Aquí se va a producir, también, un hecho que va explicar en buena parte por qué se va a imponer el nombre mar Caribe, en contraposición a mar del Norte y mar de las Antillas. El desarrollo de instrumentos de me­dición y precisión le dio un gran auge a la cartografía. En 1759, el relojero inglés John Harrison inventó un instrumento que permitía medir la longitud con total exactitud; a partir de allí se facilitó el dominio inglés de los mares, lo que va desembocar más tarde en la creación del Imperio Británi­co. Esta es una historia fascinante, que está narrada en el libro Longitud de Dava Sobel. Cuenta la invención del reloj que permitió medir con precisión ­la longitud, quizá una de las investigaciones más costosa que se haya desarrollado a lo largo de la historia.
 
                A comienzos del siglo XVIII, cuando ya los instrumentos de nave­gación permitían a las potencias de Europa occidental surcar prácticamen­te todo el orbe, era muy importante inventar un mecanismo que permitiera conocer con exactitud la longitud, para que, cruzada con la latitud, pudie­ra facilitar la elaboración de mapas y la navegación precisa; se inicia, en­tonces, una carrera —ahí si— contra reloj entre Francia, Holanda, la misma España e Inglaterra, para ver quién era el que primero podía construir ese instrumento. Pasaron, casi cuarenta, cincuenta años, todo tipo de ensayos, hasta que, finalmente, este relojero inglés logró construir aquel reloj, TIC todavía permanece en el museo de Greenwich, y que le va a dar una enor­me ventaja a Inglaterra con respecto a los otros países de Europa occiden­tal en la elaboración de mapas, y en saber exactamente dónde se podía ubicar un determinado territorio en los océanos. (La novela de Umberto Eco La isla del día de antes, se refiere precisamente a la invención y las con­secuencias que tuvo para la navegación, sobre todo para el Imperio Britá­nico, el invento del reloj de John Harrison).
 
Eso explica por qué a finales del siglo XVIII los ingleses le toma­ron la delantera a los franceses en al elaboración de mapas, especialmente ene1 hemisferio occidental. Y es entre los ingleses y en sus mapas donde vamos a encontrar por primera vez la palabra Caribbean Sea, para denomi­nar lo que hoy- es conocido, ya universalmente, como la Gran Cuenca del Caribe. Porque en los mapas franceses de finales del siglo XVIII, encon­tramos la denominación mar del Norte o mar de las Antillas; mar del Norte en oposición al océano Pacifico, que era conocido, desde su descu­brimiento, como el mar del Sur. De esta manera, vamos a tener dos tipos de cartografía: la inglesa, que ya incorpora la palabra mar Caribe, Caribbean Sea, la francesa, con las voces mar del Norte, o mer du Nord, o mar de las Antillas.
 
Ahora bien, la importancia del Caribe en la Nueva Granada a finales del siglo XVIII está ligada, obviamente, a la importancia que desem­peñaba Cartagena de Indias dentro de la defensa del imperio español en Hispanoamérica. Como todos saben., Cartagena era considerada la llave de tierra firme antemural del reino; era el bastión desde el cual se protegía la costa norte de Suramérica. Cartagena formaba parte, con La Habana y Veracruz, de los vértices desde los cuales se diseñó la defensa marítima del Caribe por parte de España.
 
A medida que transcurre el siglo XVIII, son cada vez más continuas las guerras de Gran Bretaña contra España y Francia; por razones de una misma dinastía, la borbónica, España siempre va a estar aijada a Francia contra Inglaterra, lo que hace que buena parte de los conocimien­tos científicos llevados a cabo por los franceses durante esta época, sean los que se incorporen también a las informaciones y las investigaciones científicas que, durante el reinado de Carlos III,España hace en sus colonias.
 
Después de la toma de La Habana por parte de los ingleses, y de las reformas borbónicas de mitad del siglo XVIII, la corona española em­pieza a estimular y a financiar un conocimiento más científico de sus colo­nias, con miras a modernizar su aparato burocrático, su administración pública, a fin de generar mayores recursos con los cuales poder defenderse contra el incremento de las incursiones británicas. Es en ese contexto que España va a financiar expediciones a Hispanoamérica para tener un mejor conocimiento de sus posesiones; es en ese contexto donde se adelantan, por ejemplo, el viaje de Humboldt, la Expedición Botánica, la Expedición Hidalgo; todos tratan de aportar un mayor conocimiento geográfico sobre las que eran las posesiones hispanoamericanas.
 
                Hasta entonces, y por razones del celo con elcual la Corona espa­ñola mantenía el dominio en esta parte del continente, la cartografía española se había desarrollado muy poco, y la que se conocía era secreta, lo que hacia que, en la práctica, las autoridades virreinales tuvieran muy poco conocimiento sobre cómo era la configuración geográfica de los territorios donde ejercían su dominio. Durante décadas, el conocimiento geográfico fue entonces materia de un riguroso secreto: los pocos mapas que se tenían, que se producían, por ejemplo, en la Nueva Granada, como en las otras posesiones españolas en Suramérica, eran mapas de pequeñas locali­dades, de minas, de fincas, de distritos y, por lo general, se hacían para acompañar reclamaciones judiciales. Pero existían muy pocos mapas de las regiones, incluso mapas de las jurisdicciones de los virreinatos.
 
             Fue, con estas actividades científicas impulsadas por las reformas borbónicas, cuando se empezaron a elaborar los primeros mapas que van mucho irás allá de una región o mucho más allá de una provincia, con el objeto de tener un mayor conocimiento de cómo eran las posesiones en esta parte del continente. Hasta entonces, las representaciones de las ca­racterísticas geográficas que se tenían de estos territorios eran más de­scriptivas que visuales; es decir, por las razones que anotaba, existían muy pocos mapas que permitieran a la gente visualizar la geografía del territo­rio que habitaban. Las descripciones geográficas eran descripciones litera­rias, hechas con mucha profusión, por cierto, por autoridades, por misiones religiosas, etcétera, pero las representaciones visuales, eran muy pocas.
 
                Tenemos, a finales del siglo XVIII, la actividad científica de la ex­pedición del capitán Fidalgo, que recorre las costas, hoy del Caribe colom­biano, e incluso parte de Venezuela hasta Costa Rica, durante un lapso aproximado de seis años; esta expedición hace un recorrido por todo el litoral norte, que proporciona una excelente información sobre la sociedad asentada allí. Hace mediciones de profundidades, bosquejos, croquis de los principales puertos y se obtiene una excelente información sobre las tribus que habitaban todo el litoral norte de lo que hoy es parte de Vene­zuela, Colombia y Centroamérica. Ello coincide, también, con el viaje del barón Von Humboldt, que es, como sabemos, un hito en la evolución de la geografía de América, conjuntamente con el surgimiento del sabio Caldas y la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada.
               
            Durante todo este período mencionado, en los pocos mapas de que se dispone, vamos a encontrar el término mar de Norte o mar de las Antillas; era la denominación que los franceses le habían asignado a lo que hoy día conocemos como el Caribe; por eso, en la información española aparece mar del Norte o mar de las Antillas, en tanto que en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, cuando se habla de los límites del virreinato se habla de océano Atlántico.
               
          ¿Qué pasa, entonces, entre 1810 y 1830, período que comprende las luchas de la independencia, arrancando desde julio de 1810 hasta concluir prácticamente con la disolución de la Gran Colombia, que es, como todos lo sabemos, el momento crucial en que la definición de las guerras de in­dependencia en Hispanoamérica se juega, en buena parte, en el Caribe? Es la cuenca del Caribe, quizás, el sitio más importante; el sitio estratégi­co, el tinglado donde se lleva a cabo toda la confrontación entre España, Francia e Inglaterra con la presencia cada vez más permanente de barcos mercantiles de los Estados Unidos. No sin razón ha dicho Germán Arciniegas, en su libro Biografía del Caribe, que en esta época el Caribe “hier­ve”. Hierve con la presencia de las expediciones de Morillo, con las expediciones libertadoras de Simón Bolívar, con los agentes espías de Napoleón, con el incremento de la presencia de la flota británica en Port Royal. En fin, es la época de los filibusteros, la época en que se cruzan todo tipo de banderas piratas en el camino.
 
         La geopolítica en esta época se concentra en el Caribe. Acordémonos de que se ha independizado Haití, por lo que se siente la aprehensión de que la rebelión de los esclavos de Haití se pudiera propagar por toda esta parte del territorio. Haití asimismo, un incremento de la presencia británica en el Caribe, en especial después de la batalla de Trafalgar, cuando se consolida la supremacía del poderío naval británico frente al poderío de España y Francia.
 
                    En esa misma época es cuando en la Nueva Granada se empiezan a conocer mapas ingleses y, obviamente, va a aparecer -y lo vamos a en­contrar en los mapas de los que, por cierto, hay copias en elInstituto Geo­gráfico Agustín Codazzi -el mar Caribe en inglés, Caribbean Sea. Para utilizar un término de Fernand Braudel, uno pudiera decir entonces que el Caribe, en esta época, 1810-1830, es “un mar en movimiento”[1] De ahí vie­ne la reconquista, pero también las expediciones de Bolívar; el incremento de las mercancías que entran de contrabando provenientes de Jamaica; del mar Caribe proviene la harina que abastece los mercados de la Nueva Granada; del Caribe vienen las municiones con las cuales se libran las guerras de independencia; del Caribe, incluso, vienen las ideas libertarías, las ideas liberales que van a impulsar, también desde el punto de vista ideológico, las revoluciones de independencia. Es, entonces, un mar en movimiento, un mar que hierve. El mar Caribe es un mar que une, es un mar que trae.
 
Es también la época, 1810 - 1815, de la gran rivalidad entre Cartage­na y Santa Fe de Bogotá. Recordemos que cuando se crea el Virreinato de la Nueva Granada en 1739, al momento de definir cuál va a ser la capital del virreinato, hay toda una discusión que dura aproximadamente una se­rrana, en Madrid, de dónde debía quedar la capital de la nueva entidad político-administrativa[2]. Quienes decían que debía ser Cartagena aducían su mayor contacto, por razones de las rutas interoceánicas, con la metró­poli, que era el sitio donde realmente se jugaba la soberanía del Virreinato. Quienes decían que debía ser Santa Fe de Bogotá lo hacían porque ésta se hallaba, por su distancia al mar, protegida de cualquier ataque de los ing­leses, yen ella se podían preservar las riquezas; en fin, hubo una argu­mentación que duró por espacio de una semana, hasta que finalmente se decidió que la capital debía ser Santafé de Bogotá.
 
            Pero en razón del incremento de los conflictos entre Inglaterra y España, buena parte del tiempo que debían servir los virreyes, tenían que vivirlo en Cartagena de Indias, para poder liderar la defensa contra los permanentes ataques británicos. A lo largo del siglo XVII, surge toda una rivalidad entre Cartagena y Santa Fe de Bogotá que va a trascender a ⚀Ơ&#0;Ĵ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;݄&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠?❤Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݜ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠@⟈Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠A⠬̀&#0;Ȑ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ސ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠B⦰Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ް&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠C⨴Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠D⫘̀&#0;ˀ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠EⳜƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;ࠈ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠FⶀƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࠤ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠G⸤Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࡀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠H⻈Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࡜&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠I⽌Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࢈&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴJ⾰਀&#0;݈&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;0&#0;ᅐ&#0;ࢨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��p&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴK㒬 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;H&#0;ᇐ&#0;ࣀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��$&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴL㔘 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;`&#0;ᇐ&#0;ࣘ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��x&#0;᳨&#0;&#0;&#0;��ℴM㖄਀&#0;ॸ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;x&#0;ᇀ&#0;ࣸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߐ&#0;��&#0;ᵌ&#0; 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Esta rivalidad se va a exacerbar, obviamente, cuando comience el proceso de independencia en 1810.
 
           ¿Qué vamos a encontrar entre 1810 y 1815? La rivalidad irá gene­rando una profunda animadversión por parte de la elite santafereña contra la elite cartagenera. La elite de Santafé va a recriminar permanentemente a los cartageneros que dilapidaban todas las riquezas, que no hacían sino pedir constantemente subsidios que se tragaba la ciudad, y que Cartagena se oponía a un movimiento unificado de independencia. Se van a leer, en la prensa de la época, los argumentos que tenían los cartageneros para mantener y legitimar su rivalidad y su oposición a lo que veían como unas estrategias de dominación de parte de Santafé de Bogotá. Esto va a tener ciertas implicaciones, las cuales forman parte de nuestra hipótesis de por qué después se va utilizar la denominación océano Atlántico o Costa At­lántica.
 
            Pero lo cierto es que por las razones geopolíticas del momento, la Nueva Granada estaba volcada a la cuenca del Caribe. Es preciso decirlo: Bolívar, como caraqueño era costeño, su ministro de relaciones exteriores era cartagenero y buena parte de su equipo de gobierno también era oriundo de Cartagena y, por ello, tenían una visión más clara de la importancia que jugaba la Cuenca del Caribe en ese momento. Eran también los años en que el nacimiento de la nueva república generaba grandes expectativas de comercio por parte de Inglaterra, de Francia, de Suecia, de los Estados Unidos, lo que originó la presencia permanente de agentes consulares y diplomáticos en la Gran Colombia.
 
         Como Colombia quiere consolidar su independencia, y presentarse ante el concierto de las naciones de Europa occidental como un Estado fuerte con una independencia consolidada, no es gratuito, entonces, que en 1822, incluso creo que financiada o impulsada por Francisco Antonio Zea, se ordena hacer un texto completo sobre lo que era Colombia en ese momento. Se publicó en inglés y en español con la idea de difundirlo en Londres entre los banqueros británicos, la corona británica y Europa occi­dental para tratar de ganar el reconocimiento internacional de la naciente república. Pues bien, en ese libro, en el capitulo primero denominado “Descripción general del país”, al señalar los limites de Colombia, dice textualmente: “al norte con la provincia de Costa Rica y el mar Caribe”[3].
 
En ese mismo año 1822, se publica en Filadelfia un mapa -en la actualidad publicado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi —extra­ordinariamente bello, desde el punto de vista estético, muy bien coloreado, donde aparece también la denominación Caribbean Sea, y a un costado se ofrece una gran cantidad de información sobre la República de Colombia[4]. (Y aquí hago un paréntesis: nunca se llamó Gran Colombia, fue un nombre que posteriormente le dimos para evocar con nostalgia lo que fue ese gran Estado, que en su momento se llamó en propiedad República de Colombia.) En ese mapa, en la información que aparece al lado, además de que emplea la denominación Caribbean Sea, se dice que Colombia Iimita al norte por el mar Caribe al noreste por el océano Atlántico. ¿Por qué al noreste con el océano Atlántico? Porque hay que recordar que la Gran Colombia incluía a Venezuela, que al noreste si limita con el océano Atlántico, en tanto que al norte, justamente al norte, limita con el mar Caribe.
 
En 1825 se publica en Londres un mapa para viajeros donde apa­rece el término Caribbean Sea[5]. Porque con las expectativas de abrir gran­des mercados para las manufacturas británicas los viajeros ingleses empiezan a recorrer estas tierras. También en 1824, y todavía en 1842, se publican mapas donde aparece siempre el mar Caribe. Es curioso que Juan José Nieto -que va ser una de las figuras más importantes de la Costa du­rante elsiglo XIX, rescatada en buena hora para la historia nacional por Orlando Fals Borda-, en 1840, escribió una geografía de la provincia de Cartagena, que es hoy lo que comprenden los departamentos del Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de Urabá, en la cual el autor dice que la provincia limita al norte con el mar Caribe o mar de las Antillas[6]. Te­nemos, entonces, que en esta época, en estos años de la república, existe el Caribe Ahí está en los mapas, está en las convenciones, está en las descripciones de los limites, ya sea de la República de Colombia o de la Nueva Granada.
 
¿Qué ocurre en 1840?Entre1840 y 1842, vivimos la primera gran guerra civil de nuestra historia republicana, la denominada Guerra de los Supremos. En esta confrontación, la Costa Caribe se separa por única vez en la historia del país: hay un movimiento separatista que comienza en Ciénaga, posteriormente se expande a Santa Marta, y de allí a Cartagena, a Mompox, a Riohacha, y se constituyen las Provincias Federadas de la Costa Caribe, en un intento separatista liderado por un venezolano, el general Francisco Carmona.
 
Como curiosidades de este proceso, los barranquilleros, que en ese momento trataban de lograr que el Congreso habilitara el puerto de Saba­nilla para las importaciones -pues Cartagena había hecho todo lo que estaba a su alcance para impedirlo-, aprovechando el desorden, se declaran independientes de Cartagena y crean la Provincia de Cibeles. Como dato curioso, pero simplemente para ilustrar lo que significaba el Caribe en ese momento para la Costa norte de Colombia, los barranquilleros redactan la declaración de independencia de Barranquilla en inglés, y la dirigen al comandante de la Royal Navy en Kingston, Jamaica.
 
No es la Costa Caribe la única que se intenta separar. Entre 1840 y 1842 la República de la Nueva Granada, quizá como en ninguna otra par­te, en ningún otro momento de su historia, es amenazada por la disolución, pues sus otras provincias también se declaran federadas. En ese momento, las principales rentas del país provenían de lo que producían las aduanas en Santa Marta y Cartagena; obviamente, los revolucionarios se apoderan de estas aduanas y durante dos años con esos dineros financian parte de la rebelión, y, por supuesto, hubo de todo. Los documentos de la época muestran que el general Francisco Carmona había logrado levantar un ejército de más o menos 1000 hombres, de todo tipo, de cuanto vago se atravesara en Santa Marta, en Cartagena, en Mompox, porque tenia re­cursos suficientes para poder financiarlo, desde luego, mientras duraba el comercio exterior. Pero una vez que éste se cerrara, obviamente las adua­nas no iban a tener el suficiente dinero.
 
Pues bien ¿qué es lo importante y por qué señalo esto? Porque des­de 1840, el gobierno central -primero José Ignacio Márquez y después Pe­dro Alcántara Hernán-, comienza la contraofensiva y poco a poco va sometiendo a las demás provincias a su dominio. La última región de la Nueva Granada en ser sometida militarmente, por razones geográficas, es la Costa Caribe. En principio, porque tenía en ese momento mayores recursos económicos, provenientes de la aduana, para enfrentarse al go­bierno central. Pero también por razones geográficas. El general Pedro Alcántara Hernán y TomásCipriano de Mosquera tuvieron que esperar a que pasara la temporada invernal para poder avanzar con las tropas yden rotar al ejército de la Costa en una población que se llama Tescua, cerca de Pamplona, con elfin, de reconquistar la Nueva Granada. En los documen­tos de la época, queda claro que era vital para la supervivencia de la uni­dad nacional que, de una u otra manera, la Costa Caribe estuviera bajo un control férreo del gobierno central, por las razones que habíamos anotado.
 
          Hay otras razones. Por supuesto, se ha pasado muy por encima de este conflicto. Pero quiero hacer énfasis en estos puntos, porque en 1842se va a expedir -y como respuesta a esa primera Guerra de los Supremos-, quizá la constitución más centralista en nuestra historia política. Es curioso, y en esto la relación de causalidad directa es difícil de probar evidente­mente, que a partir de 1840en todas las geografías del siglo XIXno va a aparecer más el mar Caribe.
 
                En 1845, el gobierno central envía al general Acevedo para reorga­nizar el ejército en la Costa norte. Llega, hace un recorrido por toda la región y elabora un informe completo sobre la situación política de la Co­sta Caribe, así como también unas recomendaciones al gobierno central. Desde entonces, y hasta hace muy pocos años, los generales del ejército que comandan las brigadas o las divisiones en la Costa Caribe, van a ser del interior del país: nunca se va a confiar en un general oriundo de la Co­sta, por lo menos durante el siglo XIXy buena parte del siglo XX.Pero en esas recomendaciones es interesante que el general Acevedo, cuando hace  una descripción de las provincias de la Costa norte, señala que ellas limi­tan al norte con el océano Atlántico, y la división del ejército que va a cu­brir la Costa norte de Colombia se va a denominar, por primera vez, la División del Atlántico.
 
             Ahora bien, en algunos mapas todavía del siglo XIX vamos a en­contrar las denominaciones mar del Norte o mar de las Antillas, si bien a medida que avanza el tiempo van surgiendo mapas donde aparece el término océano Atlántico. En las geografías escritas que se empiezan a enseñar en las escuelas, va a aparecer como limite norte de la Nueva Granada o de los Estados Unidos de Colombia el océano Atlántico; ob­viamente, por extensión, se empieza a hablar de Costa Atlántica.
 
               La Guerra de los Supremos significa el último intento de Cartagena por tener cierta relevancia política en la naciente Nueva Granada. Después de esta guerra, Cartagena literalmente queda exhausta, agotada, pues, ya venía así desde las guerras de independencia. Prácticamente liqui­dada, pierde toda su importancia dentro de la Nueva Granada y, con ello, también la importancia de la Costa en la nueva composición política del país. Parafraseando, pues, la frase de Churchill, podría decirse que a partir de 1842cae una especie de cortina de hierro sobre Colombia. La andinizacion del país se empieza a agudizar a partir de 1842,y no es gratuito -ésa es parte de nuestra hipótesis-, que desaparezca el mar Caribe y surja el océano Atlántico.
 
El Caribe desaparece
 
Estos acontecimientos van a coincidir con el desarrollo de ciertas teorías originadas en Europa occidental sobre la composición de las razas. Surgen nuevos criterios para delimitar las geografías ¿le los territorios emi­nentemente racistas, muy ligados a la noción de civilización, que van a ser asimilados y aplicados a la Nueva Granada. Tales concepciones ¿le la geo­grafía venían va desde el sabio Caldas, cinc los empieza a utilizar para je­rarquizar las diferentes provincias de la Nueva Granada, con auge especial durante la segunda mitad del siglo XIX.
 
                Caldas sostenía en sus trabajos que la civilización, como se enten­día en ese momento, sólo era posible en zonas con determinados climas, por supuesto, climas más templados y a determinadas alturas[7]. De acuerdo con esas teorías, la civilización sólo era posible en la región andina; de res­to, en aquellas regiones calientes, por razones de clima, o por razones de otro tipo, no era posible la civilización, pues, además eran territorios, ocu­pados por tribus salvajes y bárbaras. Esta concepción va a ser retomada mas adelante por José Maria Samper para añadirle el criterio de la raza. Este autor sostendrá que no es sólo la geografía el factor dominante: en zonas diferentes a las altiplanicies también puede ser posible la civiliza­ción, pero únicamente allí donde exista la raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posi­ble la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posible la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca.
 
             Es, entonces, en esta época cuando la Costa Caribe -pero, ojo, no sólo la Costa Caribe, sino también la Costa Pacífica, los Llanos Orientales y parte de la Orinoquía-, empieza a ser vista como regióninculta, bárbara, donde no es posible la civilización. Pero como en esa misma época, por razones también geográficas, las elites santafereñas o antioqueñas o santandereanas, en razón, del comercio exterior, tenían que bajar a la Costa Caribe, de tal forma que ésta fue la región con la que estaban en más con­tacto en ese momento. Por ello, existe mucha literatura que incluye esos criterios con los cuales se señala a la Costa Caribe y a sus poblaciones como salvajes, bárbaras, etc.
 
Es curioso que el mar empieza a verse como un ente pecaminoso; ya algo de eso venía desde comienzos del siglo XIX. En 1802, el consulado de Cartagena compra en Filadelfia, Estados Unidos, una moderna imprenta, que nunca entra en funcionamiento en Cartagena porque Santa fe de Bogo­tá, en especial su obispo, se opuso. Los argumentos que se utilizaron en su momento van a ser retomados a lo largo del siglo XIX: elmar es fuente de pecado, a través de él llegan los extranjeros el protestantismo las sociedades bíblicas, o sea, hay una estigmatización de todo lo que significa el mar.
 
                En las Reminiscencias de Santafé de Bogotá, de Cordovez Moure, hay un capítulo bien curioso, que habla de las causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo, y describe varios de los criminales más famosos que hubo en Bogotá en el siglo XIX.Hay uno que atrae particularmente la atención, que se llamaba Juan Rojas Es un delincuente de alta peligrosidad quedespués de ser sentenciado a prisión, es enviado a Chagres, lo que hoy es Panamá. Por uno de los tantos indultos que hay en el pass, Juan Rojas regresa a Bogotá y se cambia el nombre por el de Juan Rodríguez. Cordovez Moure en el capitulo “Causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo” anota: “lavista del mar, el trato con gentes de diferentes razas y condiciones, Ymás que todo la experiencia que se adquiere en las relacio­nes con los famosos criminales, habían hecho de Juan lo que se llama un bandido de primer orden”[8].
 
                Aquí, “la vista del mar” es una de las causas por las cuales el sujeto de marras se vuelve criminal; por supuesto que reconoce el contacto con extranjeros y con diversas razas, pero “la vista del mar” es considerada como un a de las primeras causas que explican la transformación.
 
             Empieza así a existir un a estigmatización de lo que es el mar, el Caribe, y las zonas cálidas. Asociemos a esto todas las penurias que en esa época significaba viajar de Santa Fe de Bogotá a la Costa, o de la Costa a Santa Fe de Bogotá. Las descripciones de viajeros abundan acerca de todas las penalidades que implicaba bajar de 2.600 metros más cerca de las estre­llas a las orillas del mar. Uno se imagina o trata de imaginarse un poco qué idea del mar se tenía aquí en Bogotá y qué idea de las zonas cálidas, en este caso las del Caribe, que pudieran alimentar el imaginario colecti­vo, en una época en la cine, por lo demás, existían pocos mapas. Ahora vamos a apreciar una perla de lo que se podía imaginar un niño en Santa Fe de Bogotá de lo que era el mar.
 
Leamos la impresión que tuvo Salvador Camacho Roldán cuando vio el mar por primera vez y 35  años más tarde en sus Notas de viaje: Colombia y Estados Unidos de América, publicadas en 1998: “Treinta y cinco años antes bahía formado yo conocimiento con el mar” -deduzco repito, por la edad en que tenía cuando escribe estas memorias, qué treinta y cin­co años atrás, era bastante joven, quizás un niño-: “le bahía visto por primera vez llegando a Cartagena por el camino de tierra de Calamar y no me bahía causado impresión alguna notable, pues al verlo, en las primeras caletas de la costa, sólo me sugirió la idea de ser un poco mas extenso que la laguna de Fontibón, cerca de Bogotá”[9].
 
                Cómo se podía imaginarel mar en la capital en pleno siglo XIX cuando existían mapas, cuando no existía el conocimiento que se tiene hoy. Es, el mar, “¿un poquito más grande que la laguna ele Fontibón?”. Más adelante leeremos la impresión que tuvo de adulto, todo elesplendor yla belleza del mar, todo lo que lo transforma a él como persona, el cono­cimiento del mar, los atardeceres, etc.
 
Miremos, para reforzar la percepción que se tenía, en especial en Bogotá, del contacto con las poblaciones de la Costa, lo que ocurre en el viaje de un neogranadino a China en 1851. Nicolás Tanco sale expulsado del país y decide hacer un viaje hasta la China, para lo que, obviamente, tenía que salir por Cartagena, por la Costa, para abordar el barco que lo transportara al Lejano Oriente. Dice Nicolás Tanco; “quince días bastaron para arreglar mi marcha y el día 16 de de noviembre abandone mi hogar do­méstico, abandoné mi idolatrada familia, abandone mis amigos y todo cuanto se tiene de caro en la vida; salí de Bogotá. Nos transportaremos rápidamente a la ciudad de Cartagena, uno de los puertos principales ele la Nueva Granada, inútil me parece detenerme mucho en las impresiones que he experimentado en todo el tránsito hasta llegar a Calamar; miseria, desnudez, atraso, ignorancia, por un lado, árboles gigantescos, vegetación prodigiosa, un río caudaloso, unas márgenes pintorescas, todas las bellezas de la naturaleza, por otro. Aquí un buque de vapor, más allá un champán con sus bogas casi desnudos y su cubierta de guaduas, acullá un bongo amarrado a un tronco, más lejos una humilde balsa bajando majestuosa­mente por la mitad del río. Por una parte la civilización con todos sus ade­lantos y comodidades, por otro, la barbarie con todas sus calamidades y atraso, en el vapor está simbolizado el siglo XIX, en el bongo o champán el siglo XV -v así va narrando su estadía en Mompox; por cierto, para los historiadores de la cultura, tiene unas descripciones de fandangos bellísi­mas; y a medida que se va acercando a Cartagena ya vienen sus impresio­nes sobre lo que está viendo—: “al día siguiente a las seis de la mañana proseguí mi camino en compañía de un coronel y el día 7 de diciembre llegué a Cartagena, la Ciudad Heroica, la rival de Bogotá. Dos impresio­nes principales experimenté al entrar en la ciudad, una de admiración por la hermosa vista que se presenta, otra de pena y de tristeza por la excesiva cantidad de negros. Por todas partes reina la quietud, no hay casi activi­dad, la población parece muerta, en medio de este silencio apenas se oye el rugido del mar cuyas olas van a estrellarse al pie de magnificas fortificaciones”. Y dice más adelante: “La desproporción en que se halla la raza blanca con respecto a la negra fue una de las cosas que mas me sorprendie­ron, pensar que por cada blanco hay nueve o diez negros es una cosa horrible y desconsoladora. Después de pasadas estas impresiones desagradables, otras por diferente estilo vinieron a asaltarme”[10]. Esa noche hubo una tre­menda parranda en las calles de Cartagena y el hombre no pudo dormir y, obviamente, despotricó por la alegría de los cartageneros.
 
Estas son percepciones comunes en la época. Es en ese momento cuando planteo como hipótesis que la Costa es asociada, de una u otra manera, con la raza Caribe, con caníbales, habitada por tribus salvajes, no civilizadas. Esta apreciación hace, en cierta medida -yésa es, obviamente, una hipótesis más-, que se sienta vergüenza de decir que al norte el país limita con el mar Caribe. De esta manera, preferimos ignorar al mar Cari­be y decir: “No. Limitamos es con el océano Atlántico’”, porque en el At­lántico norte está la civilización. El mar Caribe, que durante la época de la independencia es un mar en movimiento, es un mar de donde nos llega todo, deviene un obstáculo que hay que vencer para llegar al Atlántico; es un impedimento, es una traba, es un estorbo; cuanto más, es una protec­ción del interior andino, donde está la civilización.
 
Y ya eso venía desde las rivalidades de Cartagena y Santa Marta entre 1810 y 1815. Evocando el sitio de Cartagena de 1815, Pedro Alcántara Hernán, en una carta de 1869, anota: “...aún después que los españoles ocu­paron a Cartagena e] gobierno de la Unión ninguna medida importante tomó, me acuerdo haber oído a uno de los patriotas más comprometidos en la causa de la independencia y de los que más influjos ejercía en aquella época, la demostración con que probaba, matemáticamente, según él de­cía, que nada debíamos temer, tomaba en cuenta el número de hombres que Morillo había perdido durante el sitio -de Cartagena-, el que perdería por las enfermedades, el que perdería a consecuencia del sitio y por falta de recursos, el que habría de quedar en las guarniciones de la Costa y del tránsito, y deducidos estos números de las fuerzas con que Morillo desem­barcó en nuestras costas no quedaría ningún soldado disponible que pu­diera molestarnos en Santafé”[11].
 
Veinticinco años más tarde, cuando por una reclamación diplomá­tica la fuerza naval británica está haciéndole un bloqueo a Cartagena, José Hilario López, que será posteriormente presidente de la república, es en­viado a Cartagena para organizar la defensa de la plaza. En sus memorias anotará: “Los cuerpos de guardia nacional se instruían y el entusiasmo que reinaba en toda la República prometía que, aun cuando se perdiese la Cos­ta por la inmensa superioridad de fuerzas y de toda clase de recursos de que disponía el gobierno inglés, al menos se salvaría el honor nacional y el interior de la República sería preservado de la invasión”[12]
 
Concebido peyorativamente elmar, probablemente no es gratuito que en los textos que se publican en la segunda mitad del siglo XIX apa­rezca siempre como límites de la Nueva Granada o de los Estados Uni­dos, el océano Atlántico. Por ejemplo, en 1852 Antonio Cuervo publicó en Bogotá el Resumen de la geografía histórica, política, estadística y descriptiva de la Nueva Granada, para e/uso de escuelas primarias superiores, en el que se afirma que el límite norte del país es el océano Atlántico[13]. En 1863, Felipe Pérez, que había sido designado coito el calificador y publicista (le los trabajos Liando de .Agustín Codazzi, publico la Geografía física y política del Estado de Bolívar; en la que igualmente aparece el océano Atlántico como el limite norte de dicho estado. Ahora bien, en esa geografía, Felipe Pé­rez anota lo siguiente, también sobre parte de la población del Estado de Bolívar: “Los indígenas de aquella parte eran antropófagos, como todos los de la raza Caribe, muy valientes y usaban en sus combates flechas en­venenadas, y no obstante, haberse corrido desde ese entonces a acá 350 años, éstos permanecen lo mismo que entonces, y repuntándose todavía como dueño y señor de ellos al bravo Darién, cuyas tribus más notables son las de los cunase y caimanes. La civilización a pesar de su gran fuerza yde su mucho poder no ha hecho por ellos más que cambiarles las flechas de sus mayores, por las escopetas de las fábricas inglesas compradas con carey o cacao”[14]. O sea que también identifica como parte de la población del Estado de Bolívar estas tribus salvajes, antropófagas, provenientes de la raza Caribe.
 
            En su Compendio de geografía general, política, física y especial de los Lisiados Unidos de Colombia, editado en 1866 y que fue ampliamente divul­gado y distribuido, Tomás Cipriano de Mosquera también señala que Co­lombia limitaba al norte con las riberas del Atlántico[15]. De modo que vamos a encontrar muchos documentos y libros de la época donde se habla permanentemente del océano Atlántico como el límite norte de Colombia.
 
                Por eso, pues, se va creando, obviamente, por extensión, la expre­sión Costa Atlántica. Ahora bien, en aras de la objetividad, esta concep­ción que, en buena parte, subsiste hasta hoy, de la civilización reducida a la raza blanca, no es sólo de las elites andinas, es también de las elites car­tageneras. En otras palabras, las elites blancas de Santa Marta y Cartage­na participan de este concepto según el cual las tribus que habitan en la Región Caribe son salvajes e incivilizadas y, por supuesto, adoptan una cierta actitud despectiva con respecto a la raza negra.
 
El mar en el siglo XX
 
            Estas cosas van cambiando, por supuesto, con el siglo XX. Las facilidades de comunicación, los medios de transporte, los mayores viajes, propician que la gente conozca el mar, lo vaya valorando, y vaya cambian­do esa concepción de que el mar es pecaminoso.
 
Veamos enseguida lo que decía treinta y cinco años después Salva­dor Camacho Roldán: “La sensación del mar es una de las más extrañas para nosotros, habitantes de las alturas de los Andes, acostumbrados a los horizontes limitados de las cordilleras y al espectáculo de la mezcla ince­sante de la luz y la sombra, de las altas montañas y de los valles profundos, de los contornos del paisaje, la quietud y el reposo eterno de las vistas de la tierra cambien totalmente con ese movimiento incesante de ir y venirde las ondas sobre la llanura líquida del océano..”[16]
 
Para terminar, leamos dos documentos que indican, cómo, va du­rante el siglo XX, hay un anhelo de mar, se desea, el mar ya es otra cosa, afortunadamente.
 
En 1934 comienza la construcción de la carretera que va a unir Medellín con elmar. Hay un artículo de Jaime Barrera Parra, publicado ese mismo año, que se titula Canas Cotilas que mira al mar, en el que narra todo el acontecimiento que signifique comenzar a construir una carretera que los pondría en contacto con el mar: “... la comitiva sale para Medellín en tres automóviles, vamos a conocer la carretera al mar, hasta Cañas Gordas, ingenieros y periodistas, hombres de trabajo y de acción acompa­ñan al ministro Araujo va Gonzalo Mejía que es la carretera hecha tesis y Jesús Tobón Quintero que es su filósofo, vamos al mar que es la ruta del universo. Salen los niños y las niñas de San jerónimo a saludar a Alfonso Araujo, esos niños y niñas hacen parte de la carretera al mar, con Gonzalo Mejía, con Tobón Quintero, con el Marichú, con el anisado de San Cris­tóbal y de Palmitas, la comitiva se va engrosando, se reanuda la cronografía calentana, los hombres y el paisaje se encuentran, es el reino de la exuberancia botánica, de la desfachatez temperamental., del allegro ideoló­gico. ¿Cuándo llegamos al mar, Gonzalo Mejía?, dentro de dos años, por lo pronto estamos en Sopetrán y esta noche dormiremos en Cañas Gor­das. Vivimos un momento el ambiente de la colonia. La colonia termina con la carretera al mar. 1934 [risas de fondo, no es claro si la fecha es parte del texto]. .. Los colombianos que sabemos llevar en los labios y en la ca­beza los nombres de los puertos asiáticos y africanos, desconocemos al país escondido, vasto y hermoso. En esa tarde intrascendente del mes de junio, la carretera al mar se hace toda diálogo. La carretera al mar no puede ni debe ser el rótulo de una empresa regional, proclama Araujo, sino una gran vía nacional que una a la capital del país con el océano. Lógicamente, la carretera empieza en Bogotá, pasa por Sonsón y por Medellín y termi­na en el puerto de Necoclí sobre el mar Atlántico. En alguna ocasión cuando Cañas Gordas parecía inasequible, yo juré no volver aquí sino en automóvil, y aquí estoy, como estaré mañana en Urabá con todos voso­tros, hemos matado de una vez por todas el terror mitológico que hacía de la carretera al mar un cuento de locos, hemos vencido dos cordilleras, pero algo más hemos hecho, le hemos torcido el cuello al escepticismo. Esta obra, que fue descrita como el sueño de una mente calenturienta, como el sobregiro de un visionario contra las despensas vitales de su pue­blo, casi como una traición a los grandes intereses de Antioquia, consti­tuye hoy una afirmación orgullosa, estamos en el camino del mar, sobre la gran ruta del mundo”[17].
 
Veamos este otro texto, también hermoso, de Hernando Téllez, sobre el mar. Quiero hacer una aclaración: aquí, cuando se habla del mar, no se habla del mar Caribe, sino del Pacifico, Nos interesa la belleza con la que él narra el anhelo del mar, en el articulo que tituló La Patria: “En el curso de una tediosa sesión del Senado de la República, durante la cual se debatía un tema más o menos árido, el de los planes oficiales para la construcción de nuevas líneas de ferrocarril, un vocero del partido conservador, el señor Luís Ignacio Andrade, solicitó la palabra y pronunció, apoyado en el tema propuesto, uno de los discursos más sencillos y hermosos que me haya correspondido oír acerca de la provincia colombiana, era evidente la emoción del orador y el éxito completo, compacto, plenamente justificado que conseguía a medida que avanzaba a través de sus propias cláusulas. Al concluir, varios de los adversarios políticos del senador mencionado y la totalidad de sus amigos y copartidarios movieron las manos en espontáneo gesto de aplauso. ¿Qué nervio central, qué fino resorte de la sensibilidad de quienes lo escuchábamos había tocado con su palabra este orador?, la cuestión era fácil de explicar, el senador Andrade, sin proponérselo de ma­nera previa y meditada, en un momento de feliz inspiración había hablado con entrañable afecto de su provincia del Huila[18], del áspero trozo de geo­grafía colombiana donde viera la luz por primera vez, donde había amado, donde había aprendido a hablar, donde deseaba reposar para siempre, nada mas, pero a través de la exaltación de la provincia por entre el reposado vuelo de las locuciones que aludían, una y otra vez al paisaje nativo, a las montañas maternales, a los vallecicos, a los valles resecos y sedientos, a las suaves colinas, a la posición meteorológica del viento entre las cañadas y los cerros, iba surgiendo un poco mágicamente pero intacta, completa, la buena patria, la buena tierra, todo la patria y todas las tierras colombianas. Hubo un momento, al levantar una de las manos en el aire y cerrarla de­jando el índice afuera para llevarlo hasta el oído, en que el orador expresó con notable fortuna verbal y plástica cómo sus coterráneos trepaban a una de las colinas de la pequeña patria y desde allí, quedándose un momento en silencio, oían a la distancia el lejano rumor del mar. El mar inalcanza­ble y ambicionado a donde querían llegar a través de una carretera todos los hijos del Huila”.
 
Cerremos el círculo recordando la carta que, en 1995, le escribí al defensor del lector de El Tiempo. Hoy, volando de Barranquilla hacia la cima de los Andes, me llegó una grata sorpresa. A cuatro columnas, el diario capitalino tituló: Mar Caribe tiene media tonelada menos de basura[19]. Ya El Tiempo habla de mar Caribe.
 
 
 
 


[1] Fernand Braudel y Georges Duby. El Mediterráneo, Madrid: Espasa-Calpe, 1987, págs. 37-60
[2] Jaime Jaramillo Uribe y Germán Colmenares “Estado, administración y vida política en la sociedad colonial”, en Manual de Historia de Colombia, III tomo, Bogotá, 1978-1979- I, págs. 402-406
[3]Colombia, siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política,
& de aquel pays/ Adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular .Londres, 1822, 2 vols. Véase la reimpresión de la obra hecha por el Banco de la República en 1974, pág. I.
[4] Agustín Blanco. Atlas Histórico Geográfico Colombia. Archivo General de la Nación. Norma, Bogotá, 1992, p. 78. Todos los mapas que se citan a continuación se hallan reproducidos en este texto.
[5] Ibib, pág. 82
[6] Juan José Nieto. “Geografía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada descrita por cantones”, en Gustavo Bell Lemus, (comp.). Selección de textos políticos, geográficos e históricos, Barranquilla, 1993, pág. 124.
[7] Véanse los ensayos de Alfonso Múnera, “Las nuevas claves” y José Ignacio de Pombo y Francisco José de Caldas: pobladores de las tinieblas”, en su libro Fronteras imaginadas, Bogotá, 2005.
[8] José María Cordobés Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 1997, pág. 148
[9] Salvador Camacho Roldán, Notas de viaje, 4ª ed., París-Bogotá, 1898, pág. 285
[10] Nicolás Tanco Armero, Viaje de Nueva Granada a China, París, 1861, págs. 10.11
[11] Véase mi ensayo “Cartagena de Indias Británica –El día en que los cartageneros se declararon súbditos de Su Majestad Británica”, en Cartagena de Indias de la Colonia a la República, Bogotá, pág. 62.
[12] Ibib., pág. 66
[13] Gustavo Bell Lemus, “La Costa Caribe de Colombia: una geografía falseada”, en Lucano Parejo Alfonso, et. al., El Federalismo en Colombia – Pasado y perspectivas, Bogotá, 1997, pág. 223.
[14] Ibid., pág. 223
[15] Ibib.
[16] Salvador Camacho Roldán, Op. Cit. Pág. 286
[17] Jaime Barrera Parra, “Cañasgordas que mira al mar”, Prosas, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2001, págs. 107-115
[18] Hernando Téllez, “La patria”, Selección de prosas, Bogotá, 1975, págs. 112-117
[19] El Tiempo, 27 de octubre de 2005, págs. 1-14
 
 
 
 
 
 
UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA
 FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES
CÁTEDRA REGIÓN Y CONTEXTO CARIBE 2009-1
 
LECTURAS INTRODUCTORIAS
SEMANA 5
 

 
¿Costa atlántica? No: costa Caribe. 2006. Gustavo Bell Lemus. En: El Caribe en la Nación colombiana. X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado. Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe colombiano, Bogotá.
 

 
            A mediados de 1995,a raíz de que en los mapas de Colombia que El Tiem­po utilizaba para ilustrar sus informaciones se utilizaba el término océano Atlántico para designar el mar Caribe y,en consecuencia, al referirse a la costa norte del país decía Costa Atlántica, le envié una nota al entonces defensor del lector de dicho diario, Leopoldo Villar Borda, llamándole la atención acerca de que, en estricto sentido, Colombia no tenía costas sobre aquel océano, sino sobre el Caribe y que, por lo tanto, el término correcto para referirse a la costa norte de Colombia debía ser “Costa Caribe”.
 
En su respuesta, Villar Borda, después de consultar los atlas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, reconocía que efectivamente Co­lombia no posee costas sobre el océano Atlántico sino sobre el mar Caribe y que ésa, en estricto sentido, es la expresaron correcta. Sin embargo, decía que la tradición de más de cien años hacía que el término fuera válido y legitimo, es decir, simplemente se apelaba a la tradición, a la costumbre, para legitimar el término “Costa Atlántica”.
 
En este trabajo, que realizo desde hace años, pero que aun concibo como preliminar, busco una explicación al origen de esa tradición, de esa costumbre, con el fin, de plantear una hipótesis, por supuesto, sujeta a con­troversias a debates.
 
En 1993,a raíz de la firma de un tratado de delimitación de áreas marítimas con jamaica, durante el gobierno del presidente César Gaviria, para lo cual éste viajé a Kingston, la prensa colombiana registré el hecho con cierto despliegue y trajo a colación la importancia que Jamaica había representado para nuestra historia.
 
Al final de ese mismo año, en una entrevista a quien iba a ser más adelante vicepresidente de la república, Humberto de la Calle Lombana, él criticaba el sistema de educación colombiana, en particular la secundaria, por el excesivo provincialismo. Y haciendo referencia a la firma de ese tratado y a la manera como la prensa lo había registrado, dijo lo siguiente: “¿Quién sabía hasta hace pocos días que somos vecinos de Jamaica?”.
               
            La verdad es que a comienzos del siglo XIX la pregunta hubiera sido al revés: ¿Quién no sabía que Jamaica era vecino de la Nueva Granada? Porque -y lo vamos a ver mas adelante-, si alguien o, más bien, si alguna colonia extranjera jugó un papel definitivo en la independencia de la Nueva Granada, fue Jamaica. Y si de algo sabían los neogranadinos, más allá de la costa norte, era de la existencia precisamente de Jamaica. Por ello, la pregunta hecha a comienzo del siglo XIX y hasta su primera mitad hubiera sido al revés: ¿Quién no sabe que Jamaica estaba frente a las costas colombianas?
 
                Pero ello varió sustancialmente hasta el punto que en 1994, el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la Oficina de Longitudes y Fronteras, publicó un libro sobre los limites de la República de Colombia en el que decía literalmente: “…linda al norte con el océano Atlántico desde el cabo Tiburón hasta el sitio denominado Castilletes en la costa oriental de la península de la Guajira”. Como lo señale oportunamente, todavía hasta comienzos de la década de los setenta, en los atlas oficiales del Instituto Geográfico Agustín Codazzi aparecía como limite norte de Colombia, el océano Atlántico.
 
                No es gratuito que el Ministerio de Relaciones Exteriores incluyera, entonces, en esta documentación oficial el límite norte de Colombia con el océano Atlántico. No hacía más que recoger lo que decía Leopoldo Villar Borda, en el sentido que esa había sido la tradición colombiana desde mediados del siglo XIX. ¿Qué hay, pues, detrás de esa tradición? ¿A caso siempre fue así? ¿Cuándo y cómo surgió esa tradición? La toponimia colombiana está atravesada por factores políticos, culturales o sociológicos.
 
                La hipótesis, entonces, que me atrevo a plantear es la denominación de Costa Atlántica, en vez de Costa Caribe, esconde una actitud despreciativa hacia la Costa, surgida a mediados del siglo XIX, con claros orígenes racistas y discriminatorios. Se originó particularmente luego de la Guerra de los Supremos, al parecer, por la intensificación de los contactos de las elites del interior del país con la costa norte, en su proceso, obvio, de una mayor integración con la economía mundial. Ésta es, pues, la hipótesis. Detrás de la denominación Costa Atlántica hay una actitud, que es la que voy a tratar de mostrar más adelante, que reflejaba la forma como se estaba conformando o imaginándose la geografía de la Nueva Granada durante todo el siglo XIX.
 
                Los orígenes de lo Caribe
 
                Remontémonos en la historia para recordar los orígenes etimológicos de la palabra Caribe. Y para eso, obviamente, tenemos que rememorar el primer viaje de Colón a América, a finales del siglo XV, estrictamente su primer viaje, cuando entró en contacto con las islas de avanzada del Nuevo Mundo.
               
          En su diario, el lunes 26 de noviembre, el navegante genovés entró en contacto con unas poblaciones indígenas que le referían que del mar provenían otros indios que denominaban caniba, o canima, que por lo general estos indios llegaban a la isla –donde estaba Colón- y se llevaban a los pobladores y no los retornaban. De ahí, los indígenas que le estaban contando esta historia a Colón, deducían que los canima se devoraban a sus compañeros. De esta expresión se va a derivar, a si mismo, la palabra caribata, con la cual Colón designa una porción de terreno de la Española, donde vivían esos indígenas que le habían contado sobre los caniba. Este es, entonces, el origen etimológico de la palabra que derivo en caníbal. Caníbal, que es sinónimo de antropófago; aquellos que comen personas, y por eso, de ahí también se deriva caribata y luego caribes. Con la voz caribes entonces, se va a denominar a aquellas tribus indígenas precolombinas que históricamente surgen de la cuenca del Orinoco, van a poblar gran parte de las Antillas Menores, y que se conocen y se les va a identificar como antropófagos o caníbales. Ese es, pues, el origen de la palabra Caribe.
               
       Hoy en día, leemos en el Diccionario de la Real Academia Española: “caníbal. (De caríbal). Adj. Antropófago. U.t.c.s. II 2. Se dice de los salvajes de las Antillas, que eran tenidos por antropófagos.” También, en el mismo diccionario, dice: “caribe. adj. Se dice del individuo de un pueblo que en otro tiempo dominó una parte de las Antillas y se extendió por el norte de América del Sur. U.t.c.s. II 2. Perteneciente o relativo a este pueblo. II 4. P. Rico y R. Dom. picante (II que muerde). Hormiga caribe. II 5. m. Lengua de los caribes, dividida en numerosos dialectos. II 6. (Por alus. A los indios de la provincia caribana). Hombre cruel e inhumano. II 7. Col. y Ven. Piraña (pez). II 8. Ven. Persona astuta, vivaz, agresiva.
    
      Teniendo en cuenta estos orígenes etimológicos, pasemos entonces a tratar de ubicar qué pasó durante la segunda mitad del siglo XVIII, y por qué va a aparecer en los mapas y qué va significar el Caribe dentro de la geopolítica de las luchas por 1.a independencia, y de las guerras imperiales en esta región del Nuevo Mundo.
 
                Siglo XVIII
 
A partir de la toma de La Habana por los ingleses en 1762, el Caribe pasoa ser uno de los principales escenarios de la rivalidad entre Gran Breta­ña, España y Francia, con un ingrediente adicional, y es que a partir de 1776, con la independencia de los Estados Unidos, los conflictos por el dominio del Caribe se van a incrementar notoriamente. Ya para finales del siglo XVIIIes claro que Inglaterra surge como la principal potencia dominante de los mares e irá derrotando sistemáticamente, como se verá en las guerras de finales del siglo XVIII,a España, que entrará en un período de declive.
 
Inglaterra, entonces, empieza a incrementar su poderío naval ya expandirse en aquella frontera que todavía no estaba claramente delimita­da entre los imperios europeos, que era el Caribe. Si tenemos en cuenta que también en el territorio continental de Europa occidental las fronteras se estaban moviendo, no se movían con tanta intensidad como se estaban moviendo en el Caribe. Este mar era pues la frontera imperial, que no esta-ha todavía claramente delimitada. Había períodos en los cuales los ingleses tomaban algunas islas españolas o francesas, o los franceses, igualmente, tomaban algunas posesiones inglesas o españolas o incluso holandesas. De esta manera, vamos a ver, a finales del siglo XVIII, toda esta rapiña de las potencias europeas por consolidar su dominio en las islas, en las Antillas.
 
Aquí se va a producir, también, un hecho que va explicar en buena parte por qué se va a imponer el nombre mar Caribe, en contraposición a mar del Norte y mar de las Antillas. El desarrollo de instrumentos de me­dición y precisión le dio un gran auge a la cartografía. En 1759, el relojero inglés John Harrison inventó un instrumento que permitía medir la longitud con total exactitud; a partir de allí se facilitó el dominio inglés de los mares, lo que va desembocar más tarde en la creación del Imperio Británi­co. Esta es una historia fascinante, que está narrada en el libro Longitud de Dava Sobel. Cuenta la invención del reloj que permitió medir con precisión ­la longitud, quizá una de las investigaciones más costosa que se haya desarrollado a lo largo de la historia.
 
                A comienzos del siglo XVIII, cuando ya los instrumentos de nave­gación permitían a las potencias de Europa occidental surcar prácticamen­te todo el orbe, era muy importante inventar un mecanismo que permitiera conocer con exactitud la longitud, para que, cruzada con la latitud, pudie­ra facilitar la elaboración de mapas y la navegación precisa; se inicia, en­tonces, una carrera —ahí si— contra reloj entre Francia, Holanda, la misma España e Inglaterra, para ver quién era el que primero podía construir ese instrumento. Pasaron, casi cuarenta, cincuenta años, todo tipo de ensayos, hasta que, finalmente, este relojero inglés logró construir aquel reloj, TIC todavía permanece en el museo de Greenwich, y que le va a dar una enor­me ventaja a Inglaterra con respecto a los otros países de Europa occiden­tal en la elaboración de mapas, y en saber exactamente dónde se podía ubicar un determinado territorio en los océanos. (La novela de Umberto Eco La isla del día de antes, se refiere precisamente a la invención y las con­secuencias que tuvo para la navegación, sobre todo para el Imperio Britá­nico, el invento del reloj de John Harrison).
 
Eso explica por qué a finales del siglo XVIII los ingleses le toma­ron la delantera a los franceses en al elaboración de mapas, especialmente ene1 hemisferio occidental. Y es entre los ingleses y en sus mapas donde vamos a encontrar por primera vez la palabra Caribbean Sea, para denomi­nar lo que hoy- es conocido, ya universalmente, como la Gran Cuenca del Caribe. Porque en los mapas franceses de finales del siglo XVIII, encon­tramos la denominación mar del Norte o mar de las Antillas; mar del Norte en oposición al océano Pacifico, que era conocido, desde su descu­brimiento, como el mar del Sur. De esta manera, vamos a tener dos tipos de cartografía: la inglesa, que ya incorpora la palabra mar Caribe, Caribbean Sea, la francesa, con las voces mar del Norte, o mer du Nord, o mar de las Antillas.
 
Ahora bien, la importancia del Caribe en la Nueva Granada a finales del siglo XVIII está ligada, obviamente, a la importancia que desem­peñaba Cartagena de Indias dentro de la defensa del imperio español en Hispanoamérica. Como todos saben., Cartagena era considerada la llave de tierra firme antemural del reino; era el bastión desde el cual se protegía la costa norte de Suramérica. Cartagena formaba parte, con La Habana y Veracruz, de los vértices desde los cuales se diseñó la defensa marítima del Caribe por parte de España.
 
A medida que transcurre el siglo XVIII, son cada vez más continuas las guerras de Gran Bretaña contra España y Francia; por razones de una misma dinastía, la borbónica, España siempre va a estar aijada a Francia contra Inglaterra, lo que hace que buena parte de los conocimien­tos científicos llevados a cabo por los franceses durante esta época, sean los que se incorporen también a las informaciones y las investigaciones científicas que, durante el reinado de Carlos III,España hace en sus colonias.
 
Después de la toma de La Habana por parte de los ingleses, y de las reformas borbónicas de mitad del siglo XVIII, la corona española em­pieza a estimular y a financiar un conocimiento más científico de sus colo­nias, con miras a modernizar su aparato burocrático, su administración pública, a fin de generar mayores recursos con los cuales poder defenderse contra el incremento de las incursiones británicas. Es en ese contexto que España va a financiar expediciones a Hispanoamérica para tener un mejor conocimiento de sus posesiones; es en ese contexto donde se adelantan, por ejemplo, el viaje de Humboldt, la Expedición Botánica, la Expedición Hidalgo; todos tratan de aportar un mayor conocimiento geográfico sobre las que eran las posesiones hispanoamericanas.
 
                Hasta entonces, y por razones del celo con elcual la Corona espa­ñola mantenía el dominio en esta parte del continente, la cartografía española se había desarrollado muy poco, y la que se conocía era secreta, lo que hacia que, en la práctica, las autoridades virreinales tuvieran muy poco conocimiento sobre cómo era la configuración geográfica de los territorios donde ejercían su dominio. Durante décadas, el conocimiento geográfico fue entonces materia de un riguroso secreto: los pocos mapas que se tenían, que se producían, por ejemplo, en la Nueva Granada, como en las otras posesiones españolas en Suramérica, eran mapas de pequeñas locali­dades, de minas, de fincas, de distritos y, por lo general, se hacían para acompañar reclamaciones judiciales. Pero existían muy pocos mapas de las regiones, incluso mapas de las jurisdicciones de los virreinatos.
 
             Fue, con estas actividades científicas impulsadas por las reformas borbónicas, cuando se empezaron a elaborar los primeros mapas que van mucho irás allá de una región o mucho más allá de una provincia, con el objeto de tener un mayor conocimiento de cómo eran las posesiones en esta parte del continente. Hasta entonces, las representaciones de las ca­racterísticas geográficas que se tenían de estos territorios eran más de­scriptivas que visuales; es decir, por las razones que anotaba, existían muy pocos mapas que permitieran a la gente visualizar la geografía del territo­rio que habitaban. Las descripciones geográficas eran descripciones litera­rias, hechas con mucha profusión, por cierto, por autoridades, por misiones religiosas, etcétera, pero las representaciones visuales, eran muy pocas.
 
                Tenemos, a finales del siglo XVIII, la actividad científica de la ex­pedición del capitán Fidalgo, que recorre las costas, hoy del Caribe colom­biano, e incluso parte de Venezuela hasta Costa Rica, durante un lapso aproximado de seis años; esta expedición hace un recorrido por todo el litoral norte, que proporciona una excelente información sobre la sociedad asentada allí. Hace mediciones de profundidades, bosquejos, croquis de los principales puertos y se obtiene una excelente información sobre las tribus que habitaban todo el litoral norte de lo que hoy es parte de Vene­zuela, Colombia y Centroamérica. Ello coincide, también, con el viaje del barón Von Humboldt, que es, como sabemos, un hito en la evolución de la geografía de América, conjuntamente con el surgimiento del sabio Caldas y la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada.
               
            Durante todo este período mencionado, en los pocos mapas de que se dispone, vamos a encontrar el término mar de Norte o mar de las Antillas; era la denominación que los franceses le habían asignado a lo que hoy día conocemos como el Caribe; por eso, en la información española aparece mar del Norte o mar de las Antillas, en tanto que en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, cuando se habla de los límites del virreinato se habla de océano Atlántico.
               
          ¿Qué pasa, entonces, entre 1810 y 1830, período que comprende las luchas de la independencia, arrancando desde julio de 1810 hasta concluir prácticamente con la disolución de la Gran Colombia, que es, como todos lo sabemos, el momento crucial en que la definición de las guerras de in­dependencia en Hispanoamérica se juega, en buena parte, en el Caribe? Es la cuenca del Caribe, quizás, el sitio más importante; el sitio estratégi­co, el tinglado donde se lleva a cabo toda la confrontación entre España, Francia e Inglaterra con la presencia cada vez más permanente de barcos mercantiles de los Estados Unidos. No sin razón ha dicho Germán Arciniegas, en su libro Biografía del Caribe, que en esta época el Caribe “hier­ve”. Hierve con la presencia de las expediciones de Morillo, con las expediciones libertadoras de Simón Bolívar, con los agentes espías de Napoleón, con el incremento de la presencia de la flota británica en Port Royal. En fin, es la época de los filibusteros, la época en que se cruzan todo tipo de banderas piratas en el camino.
 
         La geopolítica en esta época se concentra en el Caribe. Acordémonos de que se ha independizado Haití, por lo que se siente la aprehensión de que la rebelión de los esclavos de Haití se pudiera propagar por toda esta parte del territorio. Haití asimismo, un incremento de la presencia británica en el Caribe, en especial después de la batalla de Trafalgar, cuando se consolida la supremacía del poderío naval británico frente al poderío de España y Francia.
 
                    En esa misma época es cuando en la Nueva Granada se empiezan a conocer mapas ingleses y, obviamente, va a aparecer -y lo vamos a en­contrar en los mapas de los que, por cierto, hay copias en elInstituto Geo­gráfico Agustín Codazzi -el mar Caribe en inglés, Caribbean Sea. Para utilizar un término de Fernand Braudel, uno pudiera decir entonces que el Caribe, en esta época, 1810-1830, es “un mar en movimiento”[1] De ahí vie­ne la reconquista, pero también las expediciones de Bolívar; el incremento de las mercancías que entran de contrabando provenientes de Jamaica; del mar Caribe proviene la harina que abastece los mercados de la Nueva Granada; del Caribe vienen las municiones con las cuales se libran las guerras de independencia; del Caribe, incluso, vienen las ideas libertarías, las ideas liberales que van a impulsar, también desde el punto de vista ideológico, las revoluciones de independencia. Es, entonces, un mar en movimiento, un mar que hierve. El mar Caribe es un mar que une, es un mar que trae.
 
Es también la época, 1810 - 1815, de la gran rivalidad entre Cartage­na y Santa Fe de Bogotá. Recordemos que cuando se crea el Virreinato de la Nueva Granada en 1739, al momento de definir cuál va a ser la capital del virreinato, hay toda una discusión que dura aproximadamente una se­rrana, en Madrid, de dónde debía quedar la capital de la nueva entidad político-administrativa[2]. Quienes decían que debía ser Cartagena aducían su mayor contacto, por razones de las rutas interoceánicas, con la metró­poli, que era el sitio donde realmente se jugaba la soberanía del Virreinato. Quienes decían que debía ser Santa Fe de Bogotá lo hacían porque ésta se hallaba, por su distancia al mar, protegida de cualquier ataque de los ing­leses, yen ella se podían preservar las riquezas; en fin, hubo una argu­mentación que duró por espacio de una semana, hasta que finalmente se decidió que la capital debía ser Santafé de Bogotá.
 
            Pero en razón del incremento de los conflictos entre Inglaterra y España, buena parte del tiempo que debían servir los virreyes, tenían que vivirlo en Cartagena de Indias, para poder liderar la defensa contra los permanentes ataques británicos. A lo largo del siglo XVII, surge toda una rivalidad entre Cartagena y Santa Fe de Bogotá que va a trascender a ⚀Ơ&#0;Ĵ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;݄&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠?❤Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݜ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠@⟈Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠A⠬̀&#0;Ȑ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ސ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠B⦰Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ް&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠C⨴Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠D⫘̀&#0;ˀ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠EⳜƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;ࠈ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠FⶀƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࠤ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠G⸤Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࡀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠H⻈Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࡜&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠I⽌Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࢈&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴJ⾰਀&#0;݈&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;0&#0;ᅐ&#0;ࢨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��p&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴK㒬 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;H&#0;ᇐ&#0;ࣀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��$&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴL㔘 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;`&#0;ᇐ&#0;ࣘ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��x&#0;᳨&#0;&#0;&#0;��ℴM㖄਀&#0;ॸ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;x&#0;ᇀ&#0;ࣸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߐ&#0;��&#0;ᵌ&#0; 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&#0;&#0;��ℴ¡⪐ŀ&#0;Ø&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ٸ&#0;ᇀ&#0;ᇼ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;��0&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��ℴ¢⬰ʀ&#0;Ȩ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ڐ&#0;ᇀ&#0;መ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;��@&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��ℴ£Ⳁ਀&#0;Ո&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ڨ&#0;ᇀ&#0;ሸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;��p&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��℠¤ゔÐ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ቐ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴ¥ヸʀ&#0;ư&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ۀ&#0;ᇀ&#0;ቴ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;쓘��<&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��ℴ¦㈰Ԁ&#0;̈&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ۘ&#0;ᇀ&#0;ኌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;죀��P&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��℠§㑤Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ኤ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴ¨㓈ʀ&#0;Ũ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;۰&#0;ᇐ&#0;ኼ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;⫸&#0;��0&#0;&#0;&#0;&#0;��ℤ©㗐&#0;p&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;܈&#0;က&#0;ዘ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;샰��&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℥ª㘤&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ܠ&#0;&#0;&#0;ዸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;봈��&#0;&#0;`&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��℠«㘤Ơ&#0;Ĵ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ጐ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠¬㜈Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ጰ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠­㞬Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ፌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠®㡐Ơ&#0;Ĉ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;፬&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠¯㤔Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ᎌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠°㦘Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;Ꭴ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴ±㨼ƀ&#0;Ÿ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;ܸ&#0;ᅀ&#0;Ꮐ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;��8&#0;ᵌ&#0; 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&#0;&#0;��℠Å哰̀&#0;Ƹ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ᗨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠Æ嘴h&#0;X&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ᘈ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴÇ噸Ԁ&#0;ː&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;࢈&#0;ᇀ&#0;ᘨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ꦀ��L&#0;ᵌ&#0; &#0;&#0;��ℴÈ墄ʀ&#0;Ǥ&#0;">la República. Esta rivalidad se va a exacerbar, obviamente, cuando comience el proceso de independencia en 1810.
 
           ¿Qué vamos a encontrar entre 1810 y 1815? La rivalidad irá gene­rando una profunda animadversión por parte de la elite santafereña contra la elite cartagenera. La elite de Santafé va a recriminar permanentemente a los cartageneros que dilapidaban todas las riquezas, que no hacían sino pedir constantemente subsidios que se tragaba la ciudad, y que Cartagena se oponía a un movimiento unificado de independencia. Se van a leer, en la prensa de la época, los argumentos que tenían los cartageneros para mantener y legitimar su rivalidad y su oposición a lo que veían como unas estrategias de dominación de parte de Santafé de Bogotá. Esto va a tener ciertas implicaciones, las cuales forman parte de nuestra hipótesis de por qué después se va utilizar la denominación océano Atlántico o Costa At­lántica.
 
            Pero lo cierto es que por las razones geopolíticas del momento, la Nueva Granada estaba volcada a la cuenca del Caribe. Es preciso decirlo: Bolívar, como caraqueño era costeño, su ministro de relaciones exteriores era cartagenero y buena parte de su equipo de gobierno también era oriundo de Cartagena y, por ello, tenían una visión más clara de la importancia que jugaba la Cuenca del Caribe en ese momento. Eran también los años en que el nacimiento de la nueva república generaba grandes expectativas de comercio por parte de Inglaterra, de Francia, de Suecia, de los Estados Unidos, lo que originó la presencia permanente de agentes consulares y diplomáticos en la Gran Colombia.
 
         Como Colombia quiere consolidar su independencia, y presentarse ante el concierto de las naciones de Europa occidental como un Estado fuerte con una independencia consolidada, no es gratuito, entonces, que en 1822, incluso creo que financiada o impulsada por Francisco Antonio Zea, se ordena hacer un texto completo sobre lo que era Colombia en ese momento. Se publicó en inglés y en español con la idea de difundirlo en Londres entre los banqueros británicos, la corona británica y Europa occi­dental para tratar de ganar el reconocimiento internacional de la naciente república. Pues bien, en ese libro, en el capitulo primero denominado “Descripción general del país”, al señalar los limites de Colombia, dice textualmente: “al norte con la provincia de Costa Rica y el mar Caribe”[3].
 
En ese mismo año 1822, se publica en Filadelfia un mapa -en la actualidad publicado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi —extra­ordinariamente bello, desde el punto de vista estético, muy bien coloreado, donde aparece también la denominación Caribbean Sea, y a un costado se ofrece una gran cantidad de información sobre la República de Colombia[4]. (Y aquí hago un paréntesis: nunca se llamó Gran Colombia, fue un nombre que posteriormente le dimos para evocar con nostalgia lo que fue ese gran Estado, que en su momento se llamó en propiedad República de Colombia.) En ese mapa, en la información que aparece al lado, además de que emplea la denominación Caribbean Sea, se dice que Colombia Iimita al norte por el mar Caribe al noreste por el océano Atlántico. ¿Por qué al noreste con el océano Atlántico? Porque hay que recordar que la Gran Colombia incluía a Venezuela, que al noreste si limita con el océano Atlántico, en tanto que al norte, justamente al norte, limita con el mar Caribe.
 
En 1825 se publica en Londres un mapa para viajeros donde apa­rece el término Caribbean Sea[5]. Porque con las expectativas de abrir gran­des mercados para las manufacturas británicas los viajeros ingleses empiezan a recorrer estas tierras. También en 1824, y todavía en 1842, se publican mapas donde aparece siempre el mar Caribe. Es curioso que Juan José Nieto -que va ser una de las figuras más importantes de la Costa du­rante elsiglo XIX, rescatada en buena hora para la historia nacional por Orlando Fals Borda-, en 1840, escribió una geografía de la provincia de Cartagena, que es hoy lo que comprenden los departamentos del Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de Urabá, en la cual el autor dice que la provincia limita al norte con el mar Caribe o mar de las Antillas[6]. Te­nemos, entonces, que en esta época, en estos años de la república, existe el Caribe Ahí está en los mapas, está en las convenciones, está en las descripciones de los limites, ya sea de la República de Colombia o de la Nueva Granada.
 
¿Qué ocurre en 1840?Entre1840 y 1842, vivimos la primera gran guerra civil de nuestra historia republicana, la denominada Guerra de los Supremos. En esta confrontación, la Costa Caribe se separa por única vez en la historia del país: hay un movimiento separatista que comienza en Ciénaga, posteriormente se expande a Santa Marta, y de allí a Cartagena, a Mompox, a Riohacha, y se constituyen las Provincias Federadas de la Costa Caribe, en un intento separatista liderado por un venezolano, el general Francisco Carmona.
 
Como curiosidades de este proceso, los barranquilleros, que en ese momento trataban de lograr que el Congreso habilitara el puerto de Saba­nilla para las importaciones -pues Cartagena había hecho todo lo que estaba a su alcance para impedirlo-, aprovechando el desorden, se declaran independientes de Cartagena y crean la Provincia de Cibeles. Como dato curioso, pero simplemente para ilustrar lo que significaba el Caribe en ese momento para la Costa norte de Colombia, los barranquilleros redactan la declaración de independencia de Barranquilla en inglés, y la dirigen al comandante de la Royal Navy en Kingston, Jamaica.
 
No es la Costa Caribe la única que se intenta separar. Entre 1840 y 1842 la República de la Nueva Granada, quizá como en ninguna otra par­te, en ningún otro momento de su historia, es amenazada por la disolución, pues sus otras provincias también se declaran federadas. En ese momento, las principales rentas del país provenían de lo que producían las aduanas en Santa Marta y Cartagena; obviamente, los revolucionarios se apoderan de estas aduanas y durante dos años con esos dineros financian parte de la rebelión, y, por supuesto, hubo de todo. Los documentos de la época muestran que el general Francisco Carmona había logrado levantar un ejército de más o menos 1000 hombres, de todo tipo, de cuanto vago se atravesara en Santa Marta, en Cartagena, en Mompox, porque tenia re­cursos suficientes para poder financiarlo, desde luego, mientras duraba el comercio exterior. Pero una vez que éste se cerrara, obviamente las adua­nas no iban a tener el suficiente dinero.
 
Pues bien ¿qué es lo importante y por qué señalo esto? Porque des­de 1840, el gobierno central -primero José Ignacio Márquez y después Pe­dro Alcántara Hernán-, comienza la contraofensiva y poco a poco va sometiendo a las demás provincias a su dominio. La última región de la Nueva Granada en ser sometida militarmente, por razones geográficas, es la Costa Caribe. En principio, porque tenía en ese momento mayores recursos económicos, provenientes de la aduana, para enfrentarse al go­bierno central. Pero también por razones geográficas. El general Pedro Alcántara Hernán y TomásCipriano de Mosquera tuvieron que esperar a que pasara la temporada invernal para poder avanzar con las tropas yden rotar al ejército de la Costa en una población que se llama Tescua, cerca de Pamplona, con elfin, de reconquistar la Nueva Granada. En los documen­tos de la época, queda claro que era vital para la supervivencia de la uni­dad nacional que, de una u otra manera, la Costa Caribe estuviera bajo un control férreo del gobierno central, por las razones que habíamos anotado.
 
          Hay otras razones. Por supuesto, se ha pasado muy por encima de este conflicto. Pero quiero hacer énfasis en estos puntos, porque en 1842se va a expedir -y como respuesta a esa primera Guerra de los Supremos-, quizá la constitución más centralista en nuestra historia política. Es curioso, y en esto la relación de causalidad directa es difícil de probar evidente­mente, que a partir de 1840en todas las geografías del siglo XIXno va a aparecer más el mar Caribe.
 
                En 1845, el gobierno central envía al general Acevedo para reorga­nizar el ejército en la Costa norte. Llega, hace un recorrido por toda la región y elabora un informe completo sobre la situación política de la Co­sta Caribe, así como también unas recomendaciones al gobierno central. Desde entonces, y hasta hace muy pocos años, los generales del ejército que comandan las brigadas o las divisiones en la Costa Caribe, van a ser del interior del país: nunca se va a confiar en un general oriundo de la Co­sta, por lo menos durante el siglo XIXy buena parte del siglo XX.Pero en esas recomendaciones es interesante que el general Acevedo, cuando hace  una descripción de las provincias de la Costa norte, señala que ellas limi­tan al norte con el océano Atlántico, y la división del ejército que va a cu­brir la Costa norte de Colombia se va a denominar, por primera vez, la División del Atlántico.
 
             Ahora bien, en algunos mapas todavía del siglo XIX vamos a en­contrar las denominaciones mar del Norte o mar de las Antillas, si bien a medida que avanza el tiempo van surgiendo mapas donde aparece el término océano Atlántico. En las geografías escritas que se empiezan a enseñar en las escuelas, va a aparecer como limite norte de la Nueva Granada o de los Estados Unidos de Colombia el océano Atlántico; ob­viamente, por extensión, se empieza a hablar de Costa Atlántica.
 
               La Guerra de los Supremos significa el último intento de Cartagena por tener cierta relevancia política en la naciente Nueva Granada. Después de esta guerra, Cartagena literalmente queda exhausta, agotada, pues, ya venía así desde las guerras de independencia. Prácticamente liqui­dada, pierde toda su importancia dentro de la Nueva Granada y, con ello, también la importancia de la Costa en la nueva composición política del país. Parafraseando, pues, la frase de Churchill, podría decirse que a partir de 1842cae una especie de cortina de hierro sobre Colombia. La andinizacion del país se empieza a agudizar a partir de 1842,y no es gratuito -ésa es parte de nuestra hipótesis-, que desaparezca el mar Caribe y surja el océano Atlántico.
 
El Caribe desaparece
 
Estos acontecimientos van a coincidir con el desarrollo de ciertas teorías originadas en Europa occidental sobre la composición de las razas. Surgen nuevos criterios para delimitar las geografías ¿le los territorios emi­nentemente racistas, muy ligados a la noción de civilización, que van a ser asimilados y aplicados a la Nueva Granada. Tales concepciones ¿le la geo­grafía venían va desde el sabio Caldas, cinc los empieza a utilizar para je­rarquizar las diferentes provincias de la Nueva Granada, con auge especial durante la segunda mitad del siglo XIX.
 
                Caldas sostenía en sus trabajos que la civilización, como se enten­día en ese momento, sólo era posible en zonas con determinados climas, por supuesto, climas más templados y a determinadas alturas[7]. De acuerdo con esas teorías, la civilización sólo era posible en la región andina; de res­to, en aquellas regiones calientes, por razones de clima, o por razones de otro tipo, no era posible la civilización, pues, además eran territorios, ocu­pados por tribus salvajes y bárbaras. Esta concepción va a ser retomada mas adelante por José Maria Samper para añadirle el criterio de la raza. Este autor sostendrá que no es sólo la geografía el factor dominante: en zonas diferentes a las altiplanicies también puede ser posible la civiliza­ción, pero únicamente allí donde exista la raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posi­ble la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posible la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca.
 
             Es, entonces, en esta época cuando la Costa Caribe -pero, ojo, no sólo la Costa Caribe, sino también la Costa Pacífica, los Llanos Orientales y parte de la Orinoquía-, empieza a ser vista como regióninculta, bárbara, donde no es posible la civilización. Pero como en esa misma época, por razones también geográficas, las elites santafereñas o antioqueñas o santandereanas, en razón, del comercio exterior, tenían que bajar a la Costa Caribe, de tal forma que ésta fue la región con la que estaban en más con­tacto en ese momento. Por ello, existe mucha literatura que incluye esos criterios con los cuales se señala a la Costa Caribe y a sus poblaciones como salvajes, bárbaras, etc.
 
Es curioso que el mar empieza a verse como un ente pecaminoso; ya algo de eso venía desde comienzos del siglo XIX. En 1802, el consulado de Cartagena compra en Filadelfia, Estados Unidos, una moderna imprenta, que nunca entra en funcionamiento en Cartagena porque Santa fe de Bogo­tá, en especial su obispo, se opuso. Los argumentos que se utilizaron en su momento van a ser retomados a lo largo del siglo XIX: elmar es fuente de pecado, a través de él llegan los extranjeros el protestantismo las sociedades bíblicas, o sea, hay una estigmatización de todo lo que significa el mar.
 
                En las Reminiscencias de Santafé de Bogotá, de Cordovez Moure, hay un capítulo bien curioso, que habla de las causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo, y describe varios de los criminales más famosos que hubo en Bogotá en el siglo XIX.Hay uno que atrae particularmente la atención, que se llamaba Juan Rojas Es un delincuente de alta peligrosidad quedespués de ser sentenciado a prisión, es enviado a Chagres, lo que hoy es Panamá. Por uno de los tantos indultos que hay en el pass, Juan Rojas regresa a Bogotá y se cambia el nombre por el de Juan Rodríguez. Cordovez Moure en el capitulo “Causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo” anota: “lavista del mar, el trato con gentes de diferentes razas y condiciones, Ymás que todo la experiencia que se adquiere en las relacio­nes con los famosos criminales, habían hecho de Juan lo que se llama un bandido de primer orden”[8].
 
                Aquí, “la vista del mar” es una de las causas por las cuales el sujeto de marras se vuelve criminal; por supuesto que reconoce el contacto con extranjeros y con diversas razas, pero “la vista del mar” es considerada como un a de las primeras causas que explican la transformación.
 
             Empieza así a existir un a estigmatización de lo que es el mar, el Caribe, y las zonas cálidas. Asociemos a esto todas las penurias que en esa época significaba viajar de Santa Fe de Bogotá a la Costa, o de la Costa a Santa Fe de Bogotá. Las descripciones de viajeros abundan acerca de todas las penalidades que implicaba bajar de 2.600 metros más cerca de las estre­llas a las orillas del mar. Uno se imagina o trata de imaginarse un poco qué idea del mar se tenía aquí en Bogotá y qué idea de las zonas cálidas, en este caso las del Caribe, que pudieran alimentar el imaginario colecti­vo, en una época en la cine, por lo demás, existían pocos mapas. Ahora vamos a apreciar una perla de lo que se podía imaginar un niño en Santa Fe de Bogotá de lo que era el mar.
 
Leamos la impresión que tuvo Salvador Camacho Roldán cuando vio el mar por primera vez y 35  años más tarde en sus Notas de viaje: Colombia y Estados Unidos de América, publicadas en 1998: “Treinta y cinco años antes bahía formado yo conocimiento con el mar” -deduzco repito, por la edad en que tenía cuando escribe estas memorias, qué treinta y cin­co años atrás, era bastante joven, quizás un niño-: “le bahía visto por primera vez llegando a Cartagena por el camino de tierra de Calamar y no me bahía causado impresión alguna notable, pues al verlo, en las primeras caletas de la costa, sólo me sugirió la idea de ser un poco mas extenso que la laguna de Fontibón, cerca de Bogotá”[9].
 
                Cómo se podía imaginarel mar en la capital en pleno siglo XIX cuando existían mapas, cuando no existía el conocimiento que se tiene hoy. Es, el mar, “¿un poquito más grande que la laguna ele Fontibón?”. Más adelante leeremos la impresión que tuvo de adulto, todo elesplendor yla belleza del mar, todo lo que lo transforma a él como persona, el cono­cimiento del mar, los atardeceres, etc.
 
Miremos, para reforzar la percepción que se tenía, en especial en Bogotá, del contacto con las poblaciones de la Costa, lo que ocurre en el viaje de un neogranadino a China en 1851. Nicolás Tanco sale expulsado del país y decide hacer un viaje hasta la China, para lo que, obviamente, tenía que salir por Cartagena, por la Costa, para abordar el barco que lo transportara al Lejano Oriente. Dice Nicolás Tanco; “quince días bastaron para arreglar mi marcha y el día 16 de de noviembre abandone mi hogar do­méstico, abandoné mi idolatrada familia, abandone mis amigos y todo cuanto se tiene de caro en la vida; salí de Bogotá. Nos transportaremos rápidamente a la ciudad de Cartagena, uno de los puertos principales ele la Nueva Granada, inútil me parece detenerme mucho en las impresiones que he experimentado en todo el tránsito hasta llegar a Calamar; miseria, desnudez, atraso, ignorancia, por un lado, árboles gigantescos, vegetación prodigiosa, un río caudaloso, unas márgenes pintorescas, todas las bellezas de la naturaleza, por otro. Aquí un buque de vapor, más allá un champán con sus bogas casi desnudos y su cubierta de guaduas, acullá un bongo amarrado a un tronco, más lejos una humilde balsa bajando majestuosa­mente por la mitad del río. Por una parte la civilización con todos sus ade­lantos y comodidades, por otro, la barbarie con todas sus calamidades y atraso, en el vapor está simbolizado el siglo XIX, en el bongo o champán el siglo XV -v así va narrando su estadía en Mompox; por cierto, para los historiadores de la cultura, tiene unas descripciones de fandangos bellísi­mas; y a medida que se va acercando a Cartagena ya vienen sus impresio­nes sobre lo que está viendo—: “al día siguiente a las seis de la mañana proseguí mi camino en compañía de un coronel y el día 7 de diciembre llegué a Cartagena, la Ciudad Heroica, la rival de Bogotá. Dos impresio­nes principales experimenté al entrar en la ciudad, una de admiración por la hermosa vista que se presenta, otra de pena y de tristeza por la excesiva cantidad de negros. Por todas partes reina la quietud, no hay casi activi­dad, la población parece muerta, en medio de este silencio apenas se oye el rugido del mar cuyas olas van a estrellarse al pie de magnificas fortificaciones”. Y dice más adelante: “La desproporción en que se halla la raza blanca con respecto a la negra fue una de las cosas que mas me sorprendie­ron, pensar que por cada blanco hay nueve o diez negros es una cosa horrible y desconsoladora. Después de pasadas estas impresiones desagradables, otras por diferente estilo vinieron a asaltarme”[10]. Esa noche hubo una tre­menda parranda en las calles de Cartagena y el hombre no pudo dormir y, obviamente, despotricó por la alegría de los cartageneros.
 
Estas son percepciones comunes en la época. Es en ese momento cuando planteo como hipótesis que la Costa es asociada, de una u otra manera, con la raza Caribe, con caníbales, habitada por tribus salvajes, no civilizadas. Esta apreciación hace, en cierta medida -yésa es, obviamente, una hipótesis más-, que se sienta vergüenza de decir que al norte el país limita con el mar Caribe. De esta manera, preferimos ignorar al mar Cari­be y decir: “No. Limitamos es con el océano Atlántico’”, porque en el At­lántico norte está la civilización. El mar Caribe, que durante la época de la independencia es un mar en movimiento, es un mar de donde nos llega todo, deviene un obstáculo que hay que vencer para llegar al Atlántico; es un impedimento, es una traba, es un estorbo; cuanto más, es una protec­ción del interior andino, donde está la civilización.
 
Y ya eso venía desde las rivalidades de Cartagena y Santa Marta entre 1810 y 1815. Evocando el sitio de Cartagena de 1815, Pedro Alcántara Hernán, en una carta de 1869, anota: “...aún después que los españoles ocu­paron a Cartagena e] gobierno de la Unión ninguna medida importante tomó, me acuerdo haber oído a uno de los patriotas más comprometidos en la causa de la independencia y de los que más influjos ejercía en aquella época, la demostración con que probaba, matemáticamente, según él de­cía, que nada debíamos temer, tomaba en cuenta el número de hombres que Morillo había perdido durante el sitio -de Cartagena-, el que perdería por las enfermedades, el que perdería a consecuencia del sitio y por falta de recursos, el que habría de quedar en las guarniciones de la Costa y del tránsito, y deducidos estos números de las fuerzas con que Morillo desem­barcó en nuestras costas no quedaría ningún soldado disponible que pu­diera molestarnos en Santafé”[11].
 
Veinticinco años más tarde, cuando por una reclamación diplomá­tica la fuerza naval británica está haciéndole un bloqueo a Cartagena, José Hilario López, que será posteriormente presidente de la república, es en­viado a Cartagena para organizar la defensa de la plaza. En sus memorias anotará: “Los cuerpos de guardia nacional se instruían y el entusiasmo que reinaba en toda la República prometía que, aun cuando se perdiese la Cos­ta por la inmensa superioridad de fuerzas y de toda clase de recursos de que disponía el gobierno inglés, al menos se salvaría el honor nacional y el interior de la República sería preservado de la invasión”[12]
 
Concebido peyorativamente elmar, probablemente no es gratuito que en los textos que se publican en la segunda mitad del siglo XIX apa­rezca siempre como límites de la Nueva Granada o de los Estados Uni­dos, el océano Atlántico. Por ejemplo, en 1852 Antonio Cuervo publicó en Bogotá el Resumen de la geografía histórica, política, estadística y descriptiva de la Nueva Granada, para e/uso de escuelas primarias superiores, en el que se afirma que el límite norte del país es el océano Atlántico[13]. En 1863, Felipe Pérez, que había sido designado coito el calificador y publicista (le los trabajos Liando de .Agustín Codazzi, publico la Geografía física y política del Estado de Bolívar; en la que igualmente aparece el océano Atlántico como el limite norte de dicho estado. Ahora bien, en esa geografía, Felipe Pé­rez anota lo siguiente, también sobre parte de la población del Estado de Bolívar: “Los indígenas de aquella parte eran antropófagos, como todos los de la raza Caribe, muy valientes y usaban en sus combates flechas en­venenadas, y no obstante, haberse corrido desde ese entonces a acá 350 años, éstos permanecen lo mismo que entonces, y repuntándose todavía como dueño y señor de ellos al bravo Darién, cuyas tribus más notables son las de los cunase y caimanes. La civilización a pesar de su gran fuerza yde su mucho poder no ha hecho por ellos más que cambiarles las flechas de sus mayores, por las escopetas de las fábricas inglesas compradas con carey o cacao”[14]. O sea que también identifica como parte de la población del Estado de Bolívar estas tribus salvajes, antropófagas, provenientes de la raza Caribe.
 
            En su Compendio de geografía general, política, física y especial de los Lisiados Unidos de Colombia, editado en 1866 y que fue ampliamente divul­gado y distribuido, Tomás Cipriano de Mosquera también señala que Co­lombia limitaba al norte con las riberas del Atlántico[15]. De modo que vamos a encontrar muchos documentos y libros de la época donde se habla permanentemente del océano Atlántico como el límite norte de Colombia.
 
                Por eso, pues, se va creando, obviamente, por extensión, la expre­sión Costa Atlántica. Ahora bien, en aras de la objetividad, esta concep­ción que, en buena parte, subsiste hasta hoy, de la civilización reducida a la raza blanca, no es sólo de las elites andinas, es también de las elites car­tageneras. En otras palabras, las elites blancas de Santa Marta y Cartage­na participan de este concepto según el cual las tribus que habitan en la Región Caribe son salvajes e incivilizadas y, por supuesto, adoptan una cierta actitud despectiva con respecto a la raza negra.
 
El mar en el siglo XX
 
            Estas cosas van cambiando, por supuesto, con el siglo XX. Las facilidades de comunicación, los medios de transporte, los mayores viajes, propician que la gente conozca el mar, lo vaya valorando, y vaya cambian­do esa concepción de que el mar es pecaminoso.
 
Veamos enseguida lo que decía treinta y cinco años después Salva­dor Camacho Roldán: “La sensación del mar es una de las más extrañas para nosotros, habitantes de las alturas de los Andes, acostumbrados a los horizontes limitados de las cordilleras y al espectáculo de la mezcla ince­sante de la luz y la sombra, de las altas montañas y de los valles profundos, de los contornos del paisaje, la quietud y el reposo eterno de las vistas de la tierra cambien totalmente con ese movimiento incesante de ir y venirde las ondas sobre la llanura líquida del océano..”[16]
 
Para terminar, leamos dos documentos que indican, cómo, va du­rante el siglo XX, hay un anhelo de mar, se desea, el mar ya es otra cosa, afortunadamente.
 
En 1934 comienza la construcción de la carretera que va a unir Medellín con elmar. Hay un artículo de Jaime Barrera Parra, publicado ese mismo año, que se titula Canas Cotilas que mira al mar, en el que narra todo el acontecimiento que signifique comenzar a construir una carretera que los pondría en contacto con el mar: “... la comitiva sale para Medellín en tres automóviles, vamos a conocer la carretera al mar, hasta Cañas Gordas, ingenieros y periodistas, hombres de trabajo y de acción acompa­ñan al ministro Araujo va Gonzalo Mejía que es la carretera hecha tesis y Jesús Tobón Quintero que es su filósofo, vamos al mar que es la ruta del universo. Salen los niños y las niñas de San jerónimo a saludar a Alfonso Araujo, esos niños y niñas hacen parte de la carretera al mar, con Gonzalo Mejía, con Tobón Quintero, con el Marichú, con el anisado de San Cris­tóbal y de Palmitas, la comitiva se va engrosando, se reanuda la cronografía calentana, los hombres y el paisaje se encuentran, es el reino de la exuberancia botánica, de la desfachatez temperamental., del allegro ideoló­gico. ¿Cuándo llegamos al mar, Gonzalo Mejía?, dentro de dos años, por lo pronto estamos en Sopetrán y esta noche dormiremos en Cañas Gor­das. Vivimos un momento el ambiente de la colonia. La colonia termina con la carretera al mar. 1934 [risas de fondo, no es claro si la fecha es parte del texto]. .. Los colombianos que sabemos llevar en los labios y en la ca­beza los nombres de los puertos asiáticos y africanos, desconocemos al país escondido, vasto y hermoso. En esa tarde intrascendente del mes de junio, la carretera al mar se hace toda diálogo. La carretera al mar no puede ni debe ser el rótulo de una empresa regional, proclama Araujo, sino una gran vía nacional que una a la capital del país con el océano. Lógicamente, la carretera empieza en Bogotá, pasa por Sonsón y por Medellín y termi­na en el puerto de Necoclí sobre el mar Atlántico. En alguna ocasión cuando Cañas Gordas parecía inasequible, yo juré no volver aquí sino en automóvil, y aquí estoy, como estaré mañana en Urabá con todos voso­tros, hemos matado de una vez por todas el terror mitológico que hacía de la carretera al mar un cuento de locos, hemos vencido dos cordilleras, pero algo más hemos hecho, le hemos torcido el cuello al escepticismo. Esta obra, que fue descrita como el sueño de una mente calenturienta, como el sobregiro de un visionario contra las despensas vitales de su pue­blo, casi como una traición a los grandes intereses de Antioquia, consti­tuye hoy una afirmación orgullosa, estamos en el camino del mar, sobre la gran ruta del mundo”[17].
 
Veamos este otro texto, también hermoso, de Hernando Téllez, sobre el mar. Quiero hacer una aclaración: aquí, cuando se habla del mar, no se habla del mar Caribe, sino del Pacifico, Nos interesa la belleza con la que él narra el anhelo del mar, en el articulo que tituló La Patria: “En el curso de una tediosa sesión del Senado de la República, durante la cual se debatía un tema más o menos árido, el de los planes oficiales para la construcción de nuevas líneas de ferrocarril, un vocero del partido conservador, el señor Luís Ignacio Andrade, solicitó la palabra y pronunció, apoyado en el tema propuesto, uno de los discursos más sencillos y hermosos que me haya correspondido oír acerca de la provincia colombiana, era evidente la emoción del orador y el éxito completo, compacto, plenamente justificado que conseguía a medida que avanzaba a través de sus propias cláusulas. Al concluir, varios de los adversarios políticos del senador mencionado y la totalidad de sus amigos y copartidarios movieron las manos en espontáneo gesto de aplauso. ¿Qué nervio central, qué fino resorte de la sensibilidad de quienes lo escuchábamos había tocado con su palabra este orador?, la cuestión era fácil de explicar, el senador Andrade, sin proponérselo de ma­nera previa y meditada, en un momento de feliz inspiración había hablado con entrañable afecto de su provincia del Huila[18], del áspero trozo de geo­grafía colombiana donde viera la luz por primera vez, donde había amado, donde había aprendido a hablar, donde deseaba reposar para siempre, nada mas, pero a través de la exaltación de la provincia por entre el reposado vuelo de las locuciones que aludían, una y otra vez al paisaje nativo, a las montañas maternales, a los vallecicos, a los valles resecos y sedientos, a las suaves colinas, a la posición meteorológica del viento entre las cañadas y los cerros, iba surgiendo un poco mágicamente pero intacta, completa, la buena patria, la buena tierra, todo la patria y todas las tierras colombianas. Hubo un momento, al levantar una de las manos en el aire y cerrarla de­jando el índice afuera para llevarlo hasta el oído, en que el orador expresó con notable fortuna verbal y plástica cómo sus coterráneos trepaban a una de las colinas de la pequeña patria y desde allí, quedándose un momento en silencio, oían a la distancia el lejano rumor del mar. El mar inalcanza­ble y ambicionado a donde querían llegar a través de una carretera todos los hijos del Huila”.
 
Cerremos el círculo recordando la carta que, en 1995, le escribí al defensor del lector de El Tiempo. Hoy, volando de Barranquilla hacia la cima de los Andes, me llegó una grata sorpresa. A cuatro columnas, el diario capitalino tituló: Mar Caribe tiene media tonelada menos de basura[19]. Ya El Tiempo habla de mar Caribe.
 
 
 
 


[1] Fernand Braudel y Georges Duby. El Mediterráneo, Madrid: Espasa-Calpe, 1987, págs. 37-60
[2] Jaime Jaramillo Uribe y Germán Colmenares “Estado, administración y vida política en la sociedad colonial”, en Manual de Historia de Colombia, III tomo, Bogotá, 1978-1979- I, págs. 402-406
[3]Colombia, siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política,
& de aquel pays/ Adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular .Londres, 1822, 2 vols. Véase la reimpresión de la obra hecha por el Banco de la República en 1974, pág. I.
[4] Agustín Blanco. Atlas Histórico Geográfico Colombia. Archivo General de la Nación. Norma, Bogotá, 1992, p. 78. Todos los mapas que se citan a continuación se hallan reproducidos en este texto.
[5] Ibib, pág. 82
[6] Juan José Nieto. “Geografía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada descrita por cantones”, en Gustavo Bell Lemus, (comp.). Selección de textos políticos, geográficos e históricos, Barranquilla, 1993, pág. 124.
[7] Véanse los ensayos de Alfonso Múnera, “Las nuevas claves” y José Ignacio de Pombo y Francisco José de Caldas: pobladores de las tinieblas”, en su libro Fronteras imaginadas, Bogotá, 2005.
[8] José María Cordobés Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 1997, pág. 148
[9] Salvador Camacho Roldán, Notas de viaje, 4ª ed., París-Bogotá, 1898, pág. 285
[10] Nicolás Tanco Armero, Viaje de Nueva Granada a China, París, 1861, págs. 10.11
[11] Véase mi ensayo “Cartagena de Indias Británica –El día en que los cartageneros se declararon súbditos de Su Majestad Británica”, en Cartagena de Indias de la Colonia a la República, Bogotá, pág. 62.
[12] Ibib., pág. 66
[13] Gustavo Bell Lemus, “La Costa Caribe de Colombia: una geografía falseada”, en Lucano Parejo Alfonso, et. al., El Federalismo en Colombia – Pasado y perspectivas, Bogotá, 1997, pág. 223.
[14] Ibid., pág. 223
[15] Ibib.
[16] Salvador Camacho Roldán, Op. Cit. Pág. 286
[17] Jaime Barrera Parra, “Cañasgordas que mira al mar”, Prosas, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2001, págs. 107-115
[18] Hernando Téllez, “La patria”, Selección de prosas, Bogotá, 1975, págs. 112-117
[19] El Tiempo, 27 de octubre de 2005, págs. 1-14
 
 
 
 
 

UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA
 FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES
CÁTEDRA REGIÓN Y CONTEXTO CARIBE 2009-1
 
LECTURAS INTRODUCTORIAS
SEMANA 5
 
 
¿Costa atlántica? No: costa Caribe. 2006. Gustavo Bell Lemus. En: El Caribe en la Nación colombiana. X Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado. Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe colombiano, Bogotá.
 
 
            A mediados de 1995,a raíz de que en los mapas de Colombia que El Tiem­po utilizaba para ilustrar sus informaciones se utilizaba el término océano Atlántico para designar el mar Caribe y,en consecuencia, al referirse a la costa norte del país decía Costa Atlántica, le envié una nota al entonces defensor del lector de dicho diario, Leopoldo Villar Borda, llamándole la atención acerca de que, en estricto sentido, Colombia no tenía costas sobre aquel océano, sino sobre el Caribe y que, por lo tanto, el término correcto para referirse a la costa norte de Colombia debía ser “Costa Caribe”.
 
En su respuesta, Villar Borda, después de consultar los atlas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, reconocía que efectivamente Co­lombia no posee costas sobre el océano Atlántico sino sobre el mar Caribe y que ésa, en estricto sentido, es la expresaron correcta. Sin embargo, decía que la tradición de más de cien años hacía que el término fuera válido y legitimo, es decir, simplemente se apelaba a la tradición, a la costumbre, para legitimar el término “Costa Atlántica”.
 
En este trabajo, que realizo desde hace años, pero que aun concibo como preliminar, busco una explicación al origen de esa tradición, de esa costumbre, con el fin, de plantear una hipótesis, por supuesto, sujeta a con­troversias a debates.
 
En 1993,a raíz de la firma de un tratado de delimitación de áreas marítimas con jamaica, durante el gobierno del presidente César Gaviria, para lo cual éste viajé a Kingston, la prensa colombiana registré el hecho con cierto despliegue y trajo a colación la importancia que Jamaica había representado para nuestra historia.
 
Al final de ese mismo año, en una entrevista a quien iba a ser más adelante vicepresidente de la república, Humberto de la Calle Lombana, él criticaba el sistema de educación colombiana, en particular la secundaria, por el excesivo provincialismo. Y haciendo referencia a la firma de ese tratado y a la manera como la prensa lo había registrado, dijo lo siguiente: “¿Quién sabía hasta hace pocos días que somos vecinos de Jamaica?”.
               
            La verdad es que a comienzos del siglo XIX la pregunta hubiera sido al revés: ¿Quién no sabía que Jamaica era vecino de la Nueva Granada? Porque -y lo vamos a ver mas adelante-, si alguien o, más bien, si alguna colonia extranjera jugó un papel definitivo en la independencia de la Nueva Granada, fue Jamaica. Y si de algo sabían los neogranadinos, más allá de la costa norte, era de la existencia precisamente de Jamaica. Por ello, la pregunta hecha a comienzo del siglo XIX y hasta su primera mitad hubiera sido al revés: ¿Quién no sabe que Jamaica estaba frente a las costas colombianas?
 
                Pero ello varió sustancialmente hasta el punto que en 1994, el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la Oficina de Longitudes y Fronteras, publicó un libro sobre los limites de la República de Colombia en el que decía literalmente: “…linda al norte con el océano Atlántico desde el cabo Tiburón hasta el sitio denominado Castilletes en la costa oriental de la península de la Guajira”. Como lo señale oportunamente, todavía hasta comienzos de la década de los setenta, en los atlas oficiales del Instituto Geográfico Agustín Codazzi aparecía como limite norte de Colombia, el océano Atlántico.
 
                No es gratuito que el Ministerio de Relaciones Exteriores incluyera, entonces, en esta documentación oficial el límite norte de Colombia con el océano Atlántico. No hacía más que recoger lo que decía Leopoldo Villar Borda, en el sentido que esa había sido la tradición colombiana desde mediados del siglo XIX. ¿Qué hay, pues, detrás de esa tradición? ¿A caso siempre fue así? ¿Cuándo y cómo surgió esa tradición? La toponimia colombiana está atravesada por factores políticos, culturales o sociológicos.
 
                La hipótesis, entonces, que me atrevo a plantear es la denominación de Costa Atlántica, en vez de Costa Caribe, esconde una actitud despreciativa hacia la Costa, surgida a mediados del siglo XIX, con claros orígenes racistas y discriminatorios. Se originó particularmente luego de la Guerra de los Supremos, al parecer, por la intensificación de los contactos de las elites del interior del país con la costa norte, en su proceso, obvio, de una mayor integración con la economía mundial. Ésta es, pues, la hipótesis. Detrás de la denominación Costa Atlántica hay una actitud, que es la que voy a tratar de mostrar más adelante, que reflejaba la forma como se estaba conformando o imaginándose la geografía de la Nueva Granada durante todo el siglo XIX.
 
                Los orígenes de lo Caribe
 
                Remontémonos en la historia para recordar los orígenes etimológicos de la palabra Caribe. Y para eso, obviamente, tenemos que rememorar el primer viaje de Colón a América, a finales del siglo XV, estrictamente su primer viaje, cuando entró en contacto con las islas de avanzada del Nuevo Mundo.
               
          En su diario, el lunes 26 de noviembre, el navegante genovés entró en contacto con unas poblaciones indígenas que le referían que del mar provenían otros indios que denominaban caniba, o canima, que por lo general estos indios llegaban a la isla –donde estaba Colón- y se llevaban a los pobladores y no los retornaban. De ahí, los indígenas que le estaban contando esta historia a Colón, deducían que los canima se devoraban a sus compañeros. De esta expresión se va a derivar, a si mismo, la palabra caribata, con la cual Colón designa una porción de terreno de la Española, donde vivían esos indígenas que le habían contado sobre los caniba. Este es, entonces, el origen etimológico de la palabra que derivo en caníbal. Caníbal, que es sinónimo de antropófago; aquellos que comen personas, y por eso, de ahí también se deriva caribata y luego caribes. Con la voz caribes entonces, se va a denominar a aquellas tribus indígenas precolombinas que históricamente surgen de la cuenca del Orinoco, van a poblar gran parte de las Antillas Menores, y que se conocen y se les va a identificar como antropófagos o caníbales. Ese es, pues, el origen de la palabra Caribe.
               
       Hoy en día, leemos en el Diccionario de la Real Academia Española: “caníbal. (De caríbal). Adj. Antropófago. U.t.c.s. II 2. Se dice de los salvajes de las Antillas, que eran tenidos por antropófagos.” También, en el mismo diccionario, dice: “caribe. adj. Se dice del individuo de un pueblo que en otro tiempo dominó una parte de las Antillas y se extendió por el norte de América del Sur. U.t.c.s. II 2. Perteneciente o relativo a este pueblo. II 4. P. Rico y R. Dom. picante (II que muerde). Hormiga caribe. II 5. m. Lengua de los caribes, dividida en numerosos dialectos. II 6. (Por alus. A los indios de la provincia caribana). Hombre cruel e inhumano. II 7. Col. y Ven. Piraña (pez). II 8. Ven. Persona astuta, vivaz, agresiva.
    
      Teniendo en cuenta estos orígenes etimológicos, pasemos entonces a tratar de ubicar qué pasó durante la segunda mitad del siglo XVIII, y por qué va a aparecer en los mapas y qué va significar el Caribe dentro de la geopolítica de las luchas por 1.a independencia, y de las guerras imperiales en esta región del Nuevo Mundo.
 
                Siglo XVIII
 
A partir de la toma de La Habana por los ingleses en 1762, el Caribe pasoa ser uno de los principales escenarios de la rivalidad entre Gran Breta­ña, España y Francia, con un ingrediente adicional, y es que a partir de 1776, con la independencia de los Estados Unidos, los conflictos por el dominio del Caribe se van a incrementar notoriamente. Ya para finales del siglo XVIIIes claro que Inglaterra surge como la principal potencia dominante de los mares e irá derrotando sistemáticamente, como se verá en las guerras de finales del siglo XVIII,a España, que entrará en un período de declive.
 
Inglaterra, entonces, empieza a incrementar su poderío naval ya expandirse en aquella frontera que todavía no estaba claramente delimita­da entre los imperios europeos, que era el Caribe. Si tenemos en cuenta que también en el territorio continental de Europa occidental las fronteras se estaban moviendo, no se movían con tanta intensidad como se estaban moviendo en el Caribe. Este mar era pues la frontera imperial, que no esta-ha todavía claramente delimitada. Había períodos en los cuales los ingleses tomaban algunas islas españolas o francesas, o los franceses, igualmente, tomaban algunas posesiones inglesas o españolas o incluso holandesas. De esta manera, vamos a ver, a finales del siglo XVIII, toda esta rapiña de las potencias europeas por consolidar su dominio en las islas, en las Antillas.
 
Aquí se va a producir, también, un hecho que va explicar en buena parte por qué se va a imponer el nombre mar Caribe, en contraposición a mar del Norte y mar de las Antillas. El desarrollo de instrumentos de me­dición y precisión le dio un gran auge a la cartografía. En 1759, el relojero inglés John Harrison inventó un instrumento que permitía medir la longitud con total exactitud; a partir de allí se facilitó el dominio inglés de los mares, lo que va desembocar más tarde en la creación del Imperio Británi­co. Esta es una historia fascinante, que está narrada en el libro Longitud de Dava Sobel. Cuenta la invención del reloj que permitió medir con precisión ­la longitud, quizá una de las investigaciones más costosa que se haya desarrollado a lo largo de la historia.
 
                A comienzos del siglo XVIII, cuando ya los instrumentos de nave­gación permitían a las potencias de Europa occidental surcar prácticamen­te todo el orbe, era muy importante inventar un mecanismo que permitiera conocer con exactitud la longitud, para que, cruzada con la latitud, pudie­ra facilitar la elaboración de mapas y la navegación precisa; se inicia, en­tonces, una carrera —ahí si— contra reloj entre Francia, Holanda, la misma España e Inglaterra, para ver quién era el que primero podía construir ese instrumento. Pasaron, casi cuarenta, cincuenta años, todo tipo de ensayos, hasta que, finalmente, este relojero inglés logró construir aquel reloj, TIC todavía permanece en el museo de Greenwich, y que le va a dar una enor­me ventaja a Inglaterra con respecto a los otros países de Europa occiden­tal en la elaboración de mapas, y en saber exactamente dónde se podía ubicar un determinado territorio en los océanos. (La novela de Umberto Eco La isla del día de antes, se refiere precisamente a la invención y las con­secuencias que tuvo para la navegación, sobre todo para el Imperio Britá­nico, el invento del reloj de John Harrison).
 
Eso explica por qué a finales del siglo XVIII los ingleses le toma­ron la delantera a los franceses en al elaboración de mapas, especialmente ene1 hemisferio occidental. Y es entre los ingleses y en sus mapas donde vamos a encontrar por primera vez la palabra Caribbean Sea, para denomi­nar lo que hoy- es conocido, ya universalmente, como la Gran Cuenca del Caribe. Porque en los mapas franceses de finales del siglo XVIII, encon­tramos la denominación mar del Norte o mar de las Antillas; mar del Norte en oposición al océano Pacifico, que era conocido, desde su descu­brimiento, como el mar del Sur. De esta manera, vamos a tener dos tipos de cartografía: la inglesa, que ya incorpora la palabra mar Caribe, Caribbean Sea, la francesa, con las voces mar del Norte, o mer du Nord, o mar de las Antillas.
 
Ahora bien, la importancia del Caribe en la Nueva Granada a finales del siglo XVIII está ligada, obviamente, a la importancia que desem­peñaba Cartagena de Indias dentro de la defensa del imperio español en Hispanoamérica. Como todos saben., Cartagena era considerada la llave de tierra firme antemural del reino; era el bastión desde el cual se protegía la costa norte de Suramérica. Cartagena formaba parte, con La Habana y Veracruz, de los vértices desde los cuales se diseñó la defensa marítima del Caribe por parte de España.
 
A medida que transcurre el siglo XVIII, son cada vez más continuas las guerras de Gran Bretaña contra España y Francia; por razones de una misma dinastía, la borbónica, España siempre va a estar aijada a Francia contra Inglaterra, lo que hace que buena parte de los conocimien­tos científicos llevados a cabo por los franceses durante esta época, sean los que se incorporen también a las informaciones y las investigaciones científicas que, durante el reinado de Carlos III,España hace en sus colonias.
 
Después de la toma de La Habana por parte de los ingleses, y de las reformas borbónicas de mitad del siglo XVIII, la corona española em­pieza a estimular y a financiar un conocimiento más científico de sus colo­nias, con miras a modernizar su aparato burocrático, su administración pública, a fin de generar mayores recursos con los cuales poder defenderse contra el incremento de las incursiones británicas. Es en ese contexto que España va a financiar expediciones a Hispanoamérica para tener un mejor conocimiento de sus posesiones; es en ese contexto donde se adelantan, por ejemplo, el viaje de Humboldt, la Expedición Botánica, la Expedición Hidalgo; todos tratan de aportar un mayor conocimiento geográfico sobre las que eran las posesiones hispanoamericanas.
 
                Hasta entonces, y por razones del celo con elcual la Corona espa­ñola mantenía el dominio en esta parte del continente, la cartografía española se había desarrollado muy poco, y la que se conocía era secreta, lo que hacia que, en la práctica, las autoridades virreinales tuvieran muy poco conocimiento sobre cómo era la configuración geográfica de los territorios donde ejercían su dominio. Durante décadas, el conocimiento geográfico fue entonces materia de un riguroso secreto: los pocos mapas que se tenían, que se producían, por ejemplo, en la Nueva Granada, como en las otras posesiones españolas en Suramérica, eran mapas de pequeñas locali­dades, de minas, de fincas, de distritos y, por lo general, se hacían para acompañar reclamaciones judiciales. Pero existían muy pocos mapas de las regiones, incluso mapas de las jurisdicciones de los virreinatos.
 
             Fue, con estas actividades científicas impulsadas por las reformas borbónicas, cuando se empezaron a elaborar los primeros mapas que van mucho irás allá de una región o mucho más allá de una provincia, con el objeto de tener un mayor conocimiento de cómo eran las posesiones en esta parte del continente. Hasta entonces, las representaciones de las ca­racterísticas geográficas que se tenían de estos territorios eran más de­scriptivas que visuales; es decir, por las razones que anotaba, existían muy pocos mapas que permitieran a la gente visualizar la geografía del territo­rio que habitaban. Las descripciones geográficas eran descripciones litera­rias, hechas con mucha profusión, por cierto, por autoridades, por misiones religiosas, etcétera, pero las representaciones visuales, eran muy pocas.
 
                Tenemos, a finales del siglo XVIII, la actividad científica de la ex­pedición del capitán Fidalgo, que recorre las costas, hoy del Caribe colom­biano, e incluso parte de Venezuela hasta Costa Rica, durante un lapso aproximado de seis años; esta expedición hace un recorrido por todo el litoral norte, que proporciona una excelente información sobre la sociedad asentada allí. Hace mediciones de profundidades, bosquejos, croquis de los principales puertos y se obtiene una excelente información sobre las tribus que habitaban todo el litoral norte de lo que hoy es parte de Vene­zuela, Colombia y Centroamérica. Ello coincide, también, con el viaje del barón Von Humboldt, que es, como sabemos, un hito en la evolución de la geografía de América, conjuntamente con el surgimiento del sabio Caldas y la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada.
               
            Durante todo este período mencionado, en los pocos mapas de que se dispone, vamos a encontrar el término mar de Norte o mar de las Antillas; era la denominación que los franceses le habían asignado a lo que hoy día conocemos como el Caribe; por eso, en la información española aparece mar del Norte o mar de las Antillas, en tanto que en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, cuando se habla de los límites del virreinato se habla de océano Atlántico.
               
          ¿Qué pasa, entonces, entre 1810 y 1830, período que comprende las luchas de la independencia, arrancando desde julio de 1810 hasta concluir prácticamente con la disolución de la Gran Colombia, que es, como todos lo sabemos, el momento crucial en que la definición de las guerras de in­dependencia en Hispanoamérica se juega, en buena parte, en el Caribe? Es la cuenca del Caribe, quizás, el sitio más importante; el sitio estratégi­co, el tinglado donde se lleva a cabo toda la confrontación entre España, Francia e Inglaterra con la presencia cada vez más permanente de barcos mercantiles de los Estados Unidos. No sin razón ha dicho Germán Arciniegas, en su libro Biografía del Caribe, que en esta época el Caribe “hier­ve”. Hierve con la presencia de las expediciones de Morillo, con las expediciones libertadoras de Simón Bolívar, con los agentes espías de Napoleón, con el incremento de la presencia de la flota británica en Port Royal. En fin, es la época de los filibusteros, la época en que se cruzan todo tipo de banderas piratas en el camino.
 
         La geopolítica en esta época se concentra en el Caribe. Acordémonos de que se ha independizado Haití, por lo que se siente la aprehensión de que la rebelión de los esclavos de Haití se pudiera propagar por toda esta parte del territorio. Haití asimismo, un incremento de la presencia británica en el Caribe, en especial después de la batalla de Trafalgar, cuando se consolida la supremacía del poderío naval británico frente al poderío de España y Francia.
 
                    En esa misma época es cuando en la Nueva Granada se empiezan a conocer mapas ingleses y, obviamente, va a aparecer -y lo vamos a en­contrar en los mapas de los que, por cierto, hay copias en elInstituto Geo­gráfico Agustín Codazzi -el mar Caribe en inglés, Caribbean Sea. Para utilizar un término de Fernand Braudel, uno pudiera decir entonces que el Caribe, en esta época, 1810-1830, es “un mar en movimiento”[1] De ahí vie­ne la reconquista, pero también las expediciones de Bolívar; el incremento de las mercancías que entran de contrabando provenientes de Jamaica; del mar Caribe proviene la harina que abastece los mercados de la Nueva Granada; del Caribe vienen las municiones con las cuales se libran las guerras de independencia; del Caribe, incluso, vienen las ideas libertarías, las ideas liberales que van a impulsar, también desde el punto de vista ideológico, las revoluciones de independencia. Es, entonces, un mar en movimiento, un mar que hierve. El mar Caribe es un mar que une, es un mar que trae.
 
Es también la época, 1810 - 1815, de la gran rivalidad entre Cartage­na y Santa Fe de Bogotá. Recordemos que cuando se crea el Virreinato de la Nueva Granada en 1739, al momento de definir cuál va a ser la capital del virreinato, hay toda una discusión que dura aproximadamente una se­rrana, en Madrid, de dónde debía quedar la capital de la nueva entidad político-administrativa[2]. Quienes decían que debía ser Cartagena aducían su mayor contacto, por razones de las rutas interoceánicas, con la metró­poli, que era el sitio donde realmente se jugaba la soberanía del Virreinato. Quienes decían que debía ser Santa Fe de Bogotá lo hacían porque ésta se hallaba, por su distancia al mar, protegida de cualquier ataque de los ing­leses, yen ella se podían preservar las riquezas; en fin, hubo una argu­mentación que duró por espacio de una semana, hasta que finalmente se decidió que la capital debía ser Santafé de Bogotá.
 
            Pero en razón del incremento de los conflictos entre Inglaterra y España, buena parte del tiempo que debían servir los virreyes, tenían que vivirlo en Cartagena de Indias, para poder liderar la defensa contra los permanentes ataques británicos. A lo largo del siglo XVII, surge toda una rivalidad entre Cartagena y Santa Fe de Bogotá que va a trascender a ⚀Ơ&#0;Ĵ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;݄&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠?❤Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݜ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠@⟈Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ݸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠A⠬̀&#0;Ȑ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0; &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ސ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠B⦰Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ް&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠C⨴Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߌ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠D⫘̀&#0;ˀ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠EⳜƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;ࠈ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠FⶀƠ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࠤ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠G⸤Ơ&#0;Ü&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ࡀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠H⻈Ð&#0;°&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࡜&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��℠I⽌Ð&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;࢈&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴJ⾰਀&#0;݈&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;0&#0;ᅐ&#0;ࢨ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��p&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴK㒬 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;H&#0;ᇐ&#0;ࣀ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��$&#0;&#0;&#0;&#0;��ℴL㔘 &#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;`&#0;ᇐ&#0;ࣘ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;&#0;&#0;��x&#0;᳨&#0;&#0;&#0;��ℴM㖄਀&#0;ॸ&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;&#0;x&#0;ᇀ&#0;ࣸ&#0;&#0;&#0;��&#0;&#0;ߐ&#0;��&#0;ᵌ&#0; 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Esta rivalidad se va a exacerbar, obviamente, cuando comience el proceso de independencia en 1810.
 
           ¿Qué vamos a encontrar entre 1810 y 1815? La rivalidad irá gene­rando una profunda animadversión por parte de la elite santafereña contra la elite cartagenera. La elite de Santafé va a recriminar permanentemente a los cartageneros que dilapidaban todas las riquezas, que no hacían sino pedir constantemente subsidios que se tragaba la ciudad, y que Cartagena se oponía a un movimiento unificado de independencia. Se van a leer, en la prensa de la época, los argumentos que tenían los cartageneros para mantener y legitimar su rivalidad y su oposición a lo que veían como unas estrategias de dominación de parte de Santafé de Bogotá. Esto va a tener ciertas implicaciones, las cuales forman parte de nuestra hipótesis de por qué después se va utilizar la denominación océano Atlántico o Costa At­lántica.
 
            Pero lo cierto es que por las razones geopolíticas del momento, la Nueva Granada estaba volcada a la cuenca del Caribe. Es preciso decirlo: Bolívar, como caraqueño era costeño, su ministro de relaciones exteriores era cartagenero y buena parte de su equipo de gobierno también era oriundo de Cartagena y, por ello, tenían una visión más clara de la importancia que jugaba la Cuenca del Caribe en ese momento. Eran también los años en que el nacimiento de la nueva república generaba grandes expectativas de comercio por parte de Inglaterra, de Francia, de Suecia, de los Estados Unidos, lo que originó la presencia permanente de agentes consulares y diplomáticos en la Gran Colombia.
 
         Como Colombia quiere consolidar su independencia, y presentarse ante el concierto de las naciones de Europa occidental como un Estado fuerte con una independencia consolidada, no es gratuito, entonces, que en 1822, incluso creo que financiada o impulsada por Francisco Antonio Zea, se ordena hacer un texto completo sobre lo que era Colombia en ese momento. Se publicó en inglés y en español con la idea de difundirlo en Londres entre los banqueros británicos, la corona británica y Europa occi­dental para tratar de ganar el reconocimiento internacional de la naciente república. Pues bien, en ese libro, en el capitulo primero denominado “Descripción general del país”, al señalar los limites de Colombia, dice textualmente: “al norte con la provincia de Costa Rica y el mar Caribe”[3].
 
En ese mismo año 1822, se publica en Filadelfia un mapa -en la actualidad publicado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi —extra­ordinariamente bello, desde el punto de vista estético, muy bien coloreado, donde aparece también la denominación Caribbean Sea, y a un costado se ofrece una gran cantidad de información sobre la República de Colombia[4]. (Y aquí hago un paréntesis: nunca se llamó Gran Colombia, fue un nombre que posteriormente le dimos para evocar con nostalgia lo que fue ese gran Estado, que en su momento se llamó en propiedad República de Colombia.) En ese mapa, en la información que aparece al lado, además de que emplea la denominación Caribbean Sea, se dice que Colombia Iimita al norte por el mar Caribe al noreste por el océano Atlántico. ¿Por qué al noreste con el océano Atlántico? Porque hay que recordar que la Gran Colombia incluía a Venezuela, que al noreste si limita con el océano Atlántico, en tanto que al norte, justamente al norte, limita con el mar Caribe.
 
En 1825 se publica en Londres un mapa para viajeros donde apa­rece el término Caribbean Sea[5]. Porque con las expectativas de abrir gran­des mercados para las manufacturas británicas los viajeros ingleses empiezan a recorrer estas tierras. También en 1824, y todavía en 1842, se publican mapas donde aparece siempre el mar Caribe. Es curioso que Juan José Nieto -que va ser una de las figuras más importantes de la Costa du­rante elsiglo XIX, rescatada en buena hora para la historia nacional por Orlando Fals Borda-, en 1840, escribió una geografía de la provincia de Cartagena, que es hoy lo que comprenden los departamentos del Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba y parte de Urabá, en la cual el autor dice que la provincia limita al norte con el mar Caribe o mar de las Antillas[6]. Te­nemos, entonces, que en esta época, en estos años de la república, existe el Caribe Ahí está en los mapas, está en las convenciones, está en las descripciones de los limites, ya sea de la República de Colombia o de la Nueva Granada.
 
¿Qué ocurre en 1840?Entre1840 y 1842, vivimos la primera gran guerra civil de nuestra historia republicana, la denominada Guerra de los Supremos. En esta confrontación, la Costa Caribe se separa por única vez en la historia del país: hay un movimiento separatista que comienza en Ciénaga, posteriormente se expande a Santa Marta, y de allí a Cartagena, a Mompox, a Riohacha, y se constituyen las Provincias Federadas de la Costa Caribe, en un intento separatista liderado por un venezolano, el general Francisco Carmona.
 
Como curiosidades de este proceso, los barranquilleros, que en ese momento trataban de lograr que el Congreso habilitara el puerto de Saba­nilla para las importaciones -pues Cartagena había hecho todo lo que estaba a su alcance para impedirlo-, aprovechando el desorden, se declaran independientes de Cartagena y crean la Provincia de Cibeles. Como dato curioso, pero simplemente para ilustrar lo que significaba el Caribe en ese momento para la Costa norte de Colombia, los barranquilleros redactan la declaración de independencia de Barranquilla en inglés, y la dirigen al comandante de la Royal Navy en Kingston, Jamaica.
 
No es la Costa Caribe la única que se intenta separar. Entre 1840 y 1842 la República de la Nueva Granada, quizá como en ninguna otra par­te, en ningún otro momento de su historia, es amenazada por la disolución, pues sus otras provincias también se declaran federadas. En ese momento, las principales rentas del país provenían de lo que producían las aduanas en Santa Marta y Cartagena; obviamente, los revolucionarios se apoderan de estas aduanas y durante dos años con esos dineros financian parte de la rebelión, y, por supuesto, hubo de todo. Los documentos de la época muestran que el general Francisco Carmona había logrado levantar un ejército de más o menos 1000 hombres, de todo tipo, de cuanto vago se atravesara en Santa Marta, en Cartagena, en Mompox, porque tenia re­cursos suficientes para poder financiarlo, desde luego, mientras duraba el comercio exterior. Pero una vez que éste se cerrara, obviamente las adua­nas no iban a tener el suficiente dinero.
 
Pues bien ¿qué es lo importante y por qué señalo esto? Porque des­de 1840, el gobierno central -primero José Ignacio Márquez y después Pe­dro Alcántara Hernán-, comienza la contraofensiva y poco a poco va sometiendo a las demás provincias a su dominio. La última región de la Nueva Granada en ser sometida militarmente, por razones geográficas, es la Costa Caribe. En principio, porque tenía en ese momento mayores recursos económicos, provenientes de la aduana, para enfrentarse al go­bierno central. Pero también por razones geográficas. El general Pedro Alcántara Hernán y TomásCipriano de Mosquera tuvieron que esperar a que pasara la temporada invernal para poder avanzar con las tropas yden rotar al ejército de la Costa en una población que se llama Tescua, cerca de Pamplona, con elfin, de reconquistar la Nueva Granada. En los documen­tos de la época, queda claro que era vital para la supervivencia de la uni­dad nacional que, de una u otra manera, la Costa Caribe estuviera bajo un control férreo del gobierno central, por las razones que habíamos anotado.
 
          Hay otras razones. Por supuesto, se ha pasado muy por encima de este conflicto. Pero quiero hacer énfasis en estos puntos, porque en 1842se va a expedir -y como respuesta a esa primera Guerra de los Supremos-, quizá la constitución más centralista en nuestra historia política. Es curioso, y en esto la relación de causalidad directa es difícil de probar evidente­mente, que a partir de 1840en todas las geografías del siglo XIXno va a aparecer más el mar Caribe.
 
                En 1845, el gobierno central envía al general Acevedo para reorga­nizar el ejército en la Costa norte. Llega, hace un recorrido por toda la región y elabora un informe completo sobre la situación política de la Co­sta Caribe, así como también unas recomendaciones al gobierno central. Desde entonces, y hasta hace muy pocos años, los generales del ejército que comandan las brigadas o las divisiones en la Costa Caribe, van a ser del interior del país: nunca se va a confiar en un general oriundo de la Co­sta, por lo menos durante el siglo XIXy buena parte del siglo XX.Pero en esas recomendaciones es interesante que el general Acevedo, cuando hace  una descripción de las provincias de la Costa norte, señala que ellas limi­tan al norte con el océano Atlántico, y la división del ejército que va a cu­brir la Costa norte de Colombia se va a denominar, por primera vez, la División del Atlántico.
 
             Ahora bien, en algunos mapas todavía del siglo XIX vamos a en­contrar las denominaciones mar del Norte o mar de las Antillas, si bien a medida que avanza el tiempo van surgiendo mapas donde aparece el término océano Atlántico. En las geografías escritas que se empiezan a enseñar en las escuelas, va a aparecer como limite norte de la Nueva Granada o de los Estados Unidos de Colombia el océano Atlántico; ob­viamente, por extensión, se empieza a hablar de Costa Atlántica.
 
               La Guerra de los Supremos significa el último intento de Cartagena por tener cierta relevancia política en la naciente Nueva Granada. Después de esta guerra, Cartagena literalmente queda exhausta, agotada, pues, ya venía así desde las guerras de independencia. Prácticamente liqui­dada, pierde toda su importancia dentro de la Nueva Granada y, con ello, también la importancia de la Costa en la nueva composición política del país. Parafraseando, pues, la frase de Churchill, podría decirse que a partir de 1842cae una especie de cortina de hierro sobre Colombia. La andinizacion del país se empieza a agudizar a partir de 1842,y no es gratuito -ésa es parte de nuestra hipótesis-, que desaparezca el mar Caribe y surja el océano Atlántico.
 
El Caribe desaparece
 
Estos acontecimientos van a coincidir con el desarrollo de ciertas teorías originadas en Europa occidental sobre la composición de las razas. Surgen nuevos criterios para delimitar las geografías ¿le los territorios emi­nentemente racistas, muy ligados a la noción de civilización, que van a ser asimilados y aplicados a la Nueva Granada. Tales concepciones ¿le la geo­grafía venían va desde el sabio Caldas, cinc los empieza a utilizar para je­rarquizar las diferentes provincias de la Nueva Granada, con auge especial durante la segunda mitad del siglo XIX.
 
                Caldas sostenía en sus trabajos que la civilización, como se enten­día en ese momento, sólo era posible en zonas con determinados climas, por supuesto, climas más templados y a determinadas alturas[7]. De acuerdo con esas teorías, la civilización sólo era posible en la región andina; de res­to, en aquellas regiones calientes, por razones de clima, o por razones de otro tipo, no era posible la civilización, pues, además eran territorios, ocu­pados por tribus salvajes y bárbaras. Esta concepción va a ser retomada mas adelante por José Maria Samper para añadirle el criterio de la raza. Este autor sostendrá que no es sólo la geografía el factor dominante: en zonas diferentes a las altiplanicies también puede ser posible la civiliza­ción, pero únicamente allí donde exista la raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posi­ble la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca. Obviamente, como en las otras regiones, había mucha más población indígena y mucha más población negra que en la región andina, en esas zonas tampoco era posible la civilización, pues no había una fuerte presencia de raza blanca.
 
             Es, entonces, en esta época cuando la Costa Caribe -pero, ojo, no sólo la Costa Caribe, sino también la Costa Pacífica, los Llanos Orientales y parte de la Orinoquía-, empieza a ser vista como regióninculta, bárbara, donde no es posible la civilización. Pero como en esa misma época, por razones también geográficas, las elites santafereñas o antioqueñas o santandereanas, en razón, del comercio exterior, tenían que bajar a la Costa Caribe, de tal forma que ésta fue la región con la que estaban en más con­tacto en ese momento. Por ello, existe mucha literatura que incluye esos criterios con los cuales se señala a la Costa Caribe y a sus poblaciones como salvajes, bárbaras, etc.
 
Es curioso que el mar empieza a verse como un ente pecaminoso; ya algo de eso venía desde comienzos del siglo XIX. En 1802, el consulado de Cartagena compra en Filadelfia, Estados Unidos, una moderna imprenta, que nunca entra en funcionamiento en Cartagena porque Santa fe de Bogo­tá, en especial su obispo, se opuso. Los argumentos que se utilizaron en su momento van a ser retomados a lo largo del siglo XIX: elmar es fuente de pecado, a través de él llegan los extranjeros el protestantismo las sociedades bíblicas, o sea, hay una estigmatización de todo lo que significa el mar.
 
                En las Reminiscencias de Santafé de Bogotá, de Cordovez Moure, hay un capítulo bien curioso, que habla de las causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo, y describe varios de los criminales más famosos que hubo en Bogotá en el siglo XIX.Hay uno que atrae particularmente la atención, que se llamaba Juan Rojas Es un delincuente de alta peligrosidad quedespués de ser sentenciado a prisión, es enviado a Chagres, lo que hoy es Panamá. Por uno de los tantos indultos que hay en el pass, Juan Rojas regresa a Bogotá y se cambia el nombre por el de Juan Rodríguez. Cordovez Moure en el capitulo “Causas de criminalidad en las clases bajas del pueblo” anota: “lavista del mar, el trato con gentes de diferentes razas y condiciones, Ymás que todo la experiencia que se adquiere en las relacio­nes con los famosos criminales, habían hecho de Juan lo que se llama un bandido de primer orden”[8].
 
                Aquí, “la vista del mar” es una de las causas por las cuales el sujeto de marras se vuelve criminal; por supuesto que reconoce el contacto con extranjeros y con diversas razas, pero “la vista del mar” es considerada como un a de las primeras causas que explican la transformación.
 
             Empieza así a existir un a estigmatización de lo que es el mar, el Caribe, y las zonas cálidas. Asociemos a esto todas las penurias que en esa época significaba viajar de Santa Fe de Bogotá a la Costa, o de la Costa a Santa Fe de Bogotá. Las descripciones de viajeros abundan acerca de todas las penalidades que implicaba bajar de 2.600 metros más cerca de las estre­llas a las orillas del mar. Uno se imagina o trata de imaginarse un poco qué idea del mar se tenía aquí en Bogotá y qué idea de las zonas cálidas, en este caso las del Caribe, que pudieran alimentar el imaginario colecti­vo, en una época en la cine, por lo demás, existían pocos mapas. Ahora vamos a apreciar una perla de lo que se podía imaginar un niño en Santa Fe de Bogotá de lo que era el mar.
 
Leamos la impresión que tuvo Salvador Camacho Roldán cuando vio el mar por primera vez y 35  años más tarde en sus Notas de viaje: Colombia y Estados Unidos de América, publicadas en 1998: “Treinta y cinco años antes bahía formado yo conocimiento con el mar” -deduzco repito, por la edad en que tenía cuando escribe estas memorias, qué treinta y cin­co años atrás, era bastante joven, quizás un niño-: “le bahía visto por primera vez llegando a Cartagena por el camino de tierra de Calamar y no me bahía causado impresión alguna notable, pues al verlo, en las primeras caletas de la costa, sólo me sugirió la idea de ser un poco mas extenso que la laguna de Fontibón, cerca de Bogotá”[9].
 
                Cómo se podía imaginarel mar en la capital en pleno siglo XIX cuando existían mapas, cuando no existía el conocimiento que se tiene hoy. Es, el mar, “¿un poquito más grande que la laguna ele Fontibón?”. Más adelante leeremos la impresión que tuvo de adulto, todo elesplendor yla belleza del mar, todo lo que lo transforma a él como persona, el cono­cimiento del mar, los atardeceres, etc.
 
Miremos, para reforzar la percepción que se tenía, en especial en Bogotá, del contacto con las poblaciones de la Costa, lo que ocurre en el viaje de un neogranadino a China en 1851. Nicolás Tanco sale expulsado del país y decide hacer un viaje hasta la China, para lo que, obviamente, tenía que salir por Cartagena, por la Costa, para abordar el barco que lo transportara al Lejano Oriente. Dice Nicolás Tanco; “quince días bastaron para arreglar mi marcha y el día 16 de de noviembre abandone mi hogar do­méstico, abandoné mi idolatrada familia, abandone mis amigos y todo cuanto se tiene de caro en la vida; salí de Bogotá. Nos transportaremos rápidamente a la ciudad de Cartagena, uno de los puertos principales ele la Nueva Granada, inútil me parece detenerme mucho en las impresiones que he experimentado en todo el tránsito hasta llegar a Calamar; miseria, desnudez, atraso, ignorancia, por un lado, árboles gigantescos, vegetación prodigiosa, un río caudaloso, unas márgenes pintorescas, todas las bellezas de la naturaleza, por otro. Aquí un buque de vapor, más allá un champán con sus bogas casi desnudos y su cubierta de guaduas, acullá un bongo amarrado a un tronco, más lejos una humilde balsa bajando majestuosa­mente por la mitad del río. Por una parte la civilización con todos sus ade­lantos y comodidades, por otro, la barbarie con todas sus calamidades y atraso, en el vapor está simbolizado el siglo XIX, en el bongo o champán el siglo XV -v así va narrando su estadía en Mompox; por cierto, para los historiadores de la cultura, tiene unas descripciones de fandangos bellísi­mas; y a medida que se va acercando a Cartagena ya vienen sus impresio­nes sobre lo que está viendo—: “al día siguiente a las seis de la mañana proseguí mi camino en compañía de un coronel y el día 7 de diciembre llegué a Cartagena, la Ciudad Heroica, la rival de Bogotá. Dos impresio­nes principales experimenté al entrar en la ciudad, una de admiración por la hermosa vista que se presenta, otra de pena y de tristeza por la excesiva cantidad de negros. Por todas partes reina la quietud, no hay casi activi­dad, la población parece muerta, en medio de este silencio apenas se oye el rugido del mar cuyas olas van a estrellarse al pie de magnificas fortificaciones”. Y dice más adelante: “La desproporción en que se halla la raza blanca con respecto a la negra fue una de las cosas que mas me sorprendie­ron, pensar que por cada blanco hay nueve o diez negros es una cosa horrible y desconsoladora. Después de pasadas estas impresiones desagradables, otras por diferente estilo vinieron a asaltarme”[10]. Esa noche hubo una tre­menda parranda en las calles de Cartagena y el hombre no pudo dormir y, obviamente, despotricó por la alegría de los cartageneros.
 
Estas son percepciones comunes en la época. Es en ese momento cuando planteo como hipótesis que la Costa es asociada, de una u otra manera, con la raza Caribe, con caníbales, habitada por tribus salvajes, no civilizadas. Esta apreciación hace, en cierta medida -yésa es, obviamente, una hipótesis más-, que se sienta vergüenza de decir que al norte el país limita con el mar Caribe. De esta manera, preferimos ignorar al mar Cari­be y decir: “No. Limitamos es con el océano Atlántico’”, porque en el At­lántico norte está la civilización. El mar Caribe, que durante la época de la independencia es un mar en movimiento, es un mar de donde nos llega todo, deviene un obstáculo que hay que vencer para llegar al Atlántico; es un impedimento, es una traba, es un estorbo; cuanto más, es una protec­ción del interior andino, donde está la civilización.
 
Y ya eso venía desde las rivalidades de Cartagena y Santa Marta entre 1810 y 1815. Evocando el sitio de Cartagena de 1815, Pedro Alcántara Hernán, en una carta de 1869, anota: “...aún después que los españoles ocu­paron a Cartagena e] gobierno de la Unión ninguna medida importante tomó, me acuerdo haber oído a uno de los patriotas más comprometidos en la causa de la independencia y de los que más influjos ejercía en aquella época, la demostración con que probaba, matemáticamente, según él de­cía, que nada debíamos temer, tomaba en cuenta el número de hombres que Morillo había perdido durante el sitio -de Cartagena-, el que perdería por las enfermedades, el que perdería a consecuencia del sitio y por falta de recursos, el que habría de quedar en las guarniciones de la Costa y del tránsito, y deducidos estos números de las fuerzas con que Morillo desem­barcó en nuestras costas no quedaría ningún soldado disponible que pu­diera molestarnos en Santafé”[11].
 
Veinticinco años más tarde, cuando por una reclamación diplomá­tica la fuerza naval británica está haciéndole un bloqueo a Cartagena, José Hilario López, que será posteriormente presidente de la república, es en­viado a Cartagena para organizar la defensa de la plaza. En sus memorias anotará: “Los cuerpos de guardia nacional se instruían y el entusiasmo que reinaba en toda la República prometía que, aun cuando se perdiese la Cos­ta por la inmensa superioridad de fuerzas y de toda clase de recursos de que disponía el gobierno inglés, al menos se salvaría el honor nacional y el interior de la República sería preservado de la invasión”[12]
 
Concebido peyorativamente elmar, probablemente no es gratuito que en los textos que se publican en la segunda mitad del siglo XIX apa­rezca siempre como límites de la Nueva Granada o de los Estados Uni­dos, el océano Atlántico. Por ejemplo, en 1852 Antonio Cuervo publicó en Bogotá el Resumen de la geografía histórica, política, estadística y descriptiva de la Nueva Granada, para e/uso de escuelas primarias superiores, en el que se afirma que el límite norte del país es el océano Atlántico[13]. En 1863, Felipe Pérez, que había sido designado coito el calificador y publicista (le los trabajos Liando de .Agustín Codazzi, publico la Geografía física y política del Estado de Bolívar; en la que igualmente aparece el océano Atlántico como el limite norte de dicho estado. Ahora bien, en esa geografía, Felipe Pé­rez anota lo siguiente, también sobre parte de la población del Estado de Bolívar: “Los indígenas de aquella parte eran antropófagos, como todos los de la raza Caribe, muy valientes y usaban en sus combates flechas en­venenadas, y no obstante, haberse corrido desde ese entonces a acá 350 años, éstos permanecen lo mismo que entonces, y repuntándose todavía como dueño y señor de ellos al bravo Darién, cuyas tribus más notables son las de los cunase y caimanes. La civilización a pesar de su gran fuerza yde su mucho poder no ha hecho por ellos más que cambiarles las flechas de sus mayores, por las escopetas de las fábricas inglesas compradas con carey o cacao”[14]. O sea que también identifica como parte de la población del Estado de Bolívar estas tribus salvajes, antropófagas, provenientes de la raza Caribe.
 
            En su Compendio de geografía general, política, física y especial de los Lisiados Unidos de Colombia, editado en 1866 y que fue ampliamente divul­gado y distribuido, Tomás Cipriano de Mosquera también señala que Co­lombia limitaba al norte con las riberas del Atlántico[15]. De modo que vamos a encontrar muchos documentos y libros de la época donde se habla permanentemente del océano Atlántico como el límite norte de Colombia.
 
                Por eso, pues, se va creando, obviamente, por extensión, la expre­sión Costa Atlántica. Ahora bien, en aras de la objetividad, esta concep­ción que, en buena parte, subsiste hasta hoy, de la civilización reducida a la raza blanca, no es sólo de las elites andinas, es también de las elites car­tageneras. En otras palabras, las elites blancas de Santa Marta y Cartage­na participan de este concepto según el cual las tribus que habitan en la Región Caribe son salvajes e incivilizadas y, por supuesto, adoptan una cierta actitud despectiva con respecto a la raza negra.
 
El mar en el siglo XX
 
            Estas cosas van cambiando, por supuesto, con el siglo XX. Las facilidades de comunicación, los medios de transporte, los mayores viajes, propician que la gente conozca el mar, lo vaya valorando, y vaya cambian­do esa concepción de que el mar es pecaminoso.
 
Veamos enseguida lo que decía treinta y cinco años después Salva­dor Camacho Roldán: “La sensación del mar es una de las más extrañas para nosotros, habitantes de las alturas de los Andes, acostumbrados a los horizontes limitados de las cordilleras y al espectáculo de la mezcla ince­sante de la luz y la sombra, de las altas montañas y de los valles profundos, de los contornos del paisaje, la quietud y el reposo eterno de las vistas de la tierra cambien totalmente con ese movimiento incesante de ir y venirde las ondas sobre la llanura líquida del océano..”[16]
 
Para terminar, leamos dos documentos que indican, cómo, va du­rante el siglo XX, hay un anhelo de mar, se desea, el mar ya es otra cosa, afortunadamente.
 
En 1934 comienza la construcción de la carretera que va a unir Medellín con elmar. Hay un artículo de Jaime Barrera Parra, publicado ese mismo año, que se titula Canas Cotilas que mira al mar, en el que narra todo el acontecimiento que signifique comenzar a construir una carretera que los pondría en contacto con el mar: “... la comitiva sale para Medellín en tres automóviles, vamos a conocer la carretera al mar, hasta Cañas Gordas, ingenieros y periodistas, hombres de trabajo y de acción acompa­ñan al ministro Araujo va Gonzalo Mejía que es la carretera hecha tesis y Jesús Tobón Quintero que es su filósofo, vamos al mar que es la ruta del universo. Salen los niños y las niñas de San jerónimo a saludar a Alfonso Araujo, esos niños y niñas hacen parte de la carretera al mar, con Gonzalo Mejía, con Tobón Quintero, con el Marichú, con el anisado de San Cris­tóbal y de Palmitas, la comitiva se va engrosando, se reanuda la cronografía calentana, los hombres y el paisaje se encuentran, es el reino de la exuberancia botánica, de la desfachatez temperamental., del allegro ideoló­gico. ¿Cuándo llegamos al mar, Gonzalo Mejía?, dentro de dos años, por lo pronto estamos en Sopetrán y esta noche dormiremos en Cañas Gor­das. Vivimos un momento el ambiente de la colonia. La colonia termina con la carretera al mar. 1934 [risas de fondo, no es claro si la fecha es parte del texto]. .. Los colombianos que sabemos llevar en los labios y en la ca­beza los nombres de los puertos asiáticos y africanos, desconocemos al país escondido, vasto y hermoso. En esa tarde intrascendente del mes de junio, la carretera al mar se hace toda diálogo. La carretera al mar no puede ni debe ser el rótulo de una empresa regional, proclama Araujo, sino una gran vía nacional que una a la capital del país con el océano. Lógicamente, la carretera empieza en Bogotá, pasa por Sonsón y por Medellín y termi­na en el puerto de Necoclí sobre el mar Atlántico. En alguna ocasión cuando Cañas Gordas parecía inasequible, yo juré no volver aquí sino en automóvil, y aquí estoy, como estaré mañana en Urabá con todos voso­tros, hemos matado de una vez por todas el terror mitológico que hacía de la carretera al mar un cuento de locos, hemos vencido dos cordilleras, pero algo más hemos hecho, le hemos torcido el cuello al escepticismo. Esta obra, que fue descrita como el sueño de una mente calenturienta, como el sobregiro de un visionario contra las despensas vitales de su pue­blo, casi como una traición a los grandes intereses de Antioquia, consti­tuye hoy una afirmación orgullosa, estamos en el camino del mar, sobre la gran ruta del mundo”[17].
 
Veamos este otro texto, también hermoso, de Hernando Téllez, sobre el mar. Quiero hacer una aclaración: aquí, cuando se habla del mar, no se habla del mar Caribe, sino del Pacifico, Nos interesa la belleza con la que él narra el anhelo del mar, en el articulo que tituló La Patria: “En el curso de una tediosa sesión del Senado de la República, durante la cual se debatía un tema más o menos árido, el de los planes oficiales para la construcción de nuevas líneas de ferrocarril, un vocero del partido conservador, el señor Luís Ignacio Andrade, solicitó la palabra y pronunció, apoyado en el tema propuesto, uno de los discursos más sencillos y hermosos que me haya correspondido oír acerca de la provincia colombiana, era evidente la emoción del orador y el éxito completo, compacto, plenamente justificado que conseguía a medida que avanzaba a través de sus propias cláusulas. Al concluir, varios de los adversarios políticos del senador mencionado y la totalidad de sus amigos y copartidarios movieron las manos en espontáneo gesto de aplauso. ¿Qué nervio central, qué fino resorte de la sensibilidad de quienes lo escuchábamos había tocado con su palabra este orador?, la cuestión era fácil de explicar, el senador Andrade, sin proponérselo de ma­nera previa y meditada, en un momento de feliz inspiración había hablado con entrañable afecto de su provincia del Huila[18], del áspero trozo de geo­grafía colombiana donde viera la luz por primera vez, donde había amado, donde había aprendido a hablar, donde deseaba reposar para siempre, nada mas, pero a través de la exaltación de la provincia por entre el reposado vuelo de las locuciones que aludían, una y otra vez al paisaje nativo, a las montañas maternales, a los vallecicos, a los valles resecos y sedientos, a las suaves colinas, a la posición meteorológica del viento entre las cañadas y los cerros, iba surgiendo un poco mágicamente pero intacta, completa, la buena patria, la buena tierra, todo la patria y todas las tierras colombianas. Hubo un momento, al levantar una de las manos en el aire y cerrarla de­jando el índice afuera para llevarlo hasta el oído, en que el orador expresó con notable fortuna verbal y plástica cómo sus coterráneos trepaban a una de las colinas de la pequeña patria y desde allí, quedándose un momento en silencio, oían a la distancia el lejano rumor del mar. El mar inalcanza­ble y ambicionado a donde querían llegar a través de una carretera todos los hijos del Huila”.
 
Cerremos el círculo recordando la carta que, en 1995, le escribí al defensor del lector de El Tiempo. Hoy, volando de Barranquilla hacia la cima de los Andes, me llegó una grata sorpresa. A cuatro columnas, el diario capitalino tituló: Mar Caribe tiene media tonelada menos de basura[19]. Ya El Tiempo habla de mar Caribe.
 
 
 
 


[1] Fernand Braudel y Georges Duby. El Mediterráneo, Madrid: Espasa-Calpe, 1987, págs. 37-60
[2] Jaime Jaramillo Uribe y Germán Colmenares “Estado, administración y vida política en la sociedad colonial”, en Manual de Historia de Colombia, III tomo, Bogotá, 1978-1979- I, págs. 402-406
[3]Colombia, siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política,
& de aquel pays/ Adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular .Londres, 1822, 2 vols. Véase la reimpresión de la obra hecha por el Banco de la República en 1974, pág. I.
[4] Agustín Blanco. Atlas Histórico Geográfico Colombia. Archivo General de la Nación. Norma, Bogotá, 1992, p. 78. Todos los mapas que se citan a continuación se hallan reproducidos en este texto.
[5] Ibib, pág. 82
[6] Juan José Nieto. “Geografía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada descrita por cantones”, en Gustavo Bell Lemus, (comp.). Selección de textos políticos, geográficos e históricos, Barranquilla, 1993, pág. 124.
[7] Véanse los ensayos de Alfonso Múnera, “Las nuevas claves” y José Ignacio de Pombo y Francisco José de Caldas: pobladores de las tinieblas”, en su libro Fronteras imaginadas, Bogotá, 2005.
[8] José María Cordobés Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 1997, pág. 148
[9] Salvador Camacho Roldán, Notas de viaje, 4ª ed., París-Bogotá, 1898, pág. 285
[10] Nicolás Tanco Armero, Viaje de Nueva Granada a China, París, 1861, págs. 10.11
[11] Véase mi ensayo “Cartagena de Indias Británica –El día en que los cartageneros se declararon súbditos de Su Majestad Británica”, en Cartagena de Indias de la Colonia a la República, Bogotá, pág. 62.
[12] Ibib., pág. 66
[13] Gustavo Bell Lemus, “La Costa Caribe de Colombia: una geografía falseada”, en Lucano Parejo Alfonso, et. al., El Federalismo en Colombia – Pasado y perspectivas, Bogotá, 1997, pág. 223.
[14] Ibid., pág. 223
[15] Ibib.
[16] Salvador Camacho Roldán, Op. Cit. Pág. 286
[17] Jaime Barrera Parra, “Cañasgordas que mira al mar”, Prosas, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2001, págs. 107-115
[18] Hernando Téllez, “La patria”, Selección de prosas, Bogotá, 1975, págs. 112-117
[19] El Tiempo, 27 de octubre de 2005, págs. 1-14
WEBSITE PERSONAL  
  Información relacionada con mi ejercicio profesional como abogada y docente de las asignaturas de Región Y Contexto Caribe y Teorías Constitucionales.  
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